Estimadas personas mayores: ¿pueden ser menos productivas por favor?
Pilita Clark
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Pilita Clark
Quien ganara las elecciones presidenciales de Estados Unidos iba a hacer historia por una razón que está provocando una indecorosa cantidad de angustia: su edad. Donald Trump tiene 74 años. Joe Biden cumplió 78 este mes. Cualquiera de los dos hubiera sido el Presidente de mayor edad en prestar juramento. Trump ya tiene ese récord: tenía 70 años cuando llegó a la Casa Blanca.
Sin embargo, es un jovenzuelo en comparación con los ancianos del Congreso, donde hay un líder de la mayoría del Senado de 78 años (Mitch McConnell); una presidenta de la Cámara de Representantes de 80 años (Nancy Pelosi) y un puñado de personas de 87 años.
Biden ganó la nominación después de vencer a los senadores Bernie Sanders, ahora de 79 años, y Elizabeth Warren, de 71. Tras ganar la Presidencia, Biden creó un nuevo puesto designado como “zar del clima” para gestionar su agenda verde, para el cual designó al exsecretario de Estado de 76 años, John Kerry.
Los principales líderes empresariales de EEUU tampoco son jóvenes. Quizá usted sepa que Warren Buffett tiene 90 años. Pero según Crist Kolder, una empresa de reclutadores de EEUU, un 40% de los directores ejecutivos de las empresas más grandes tienen más de 60 años. La edad promedio de un nuevo director ejecutivo ha aumentado casi 20% desde 2005 y 13% para los directores financieros.
Los críticos no están de acuerdo con esta tendencia. Temen ser gobernados por individuos que ya no poseen todas sus facultades mentales, o por una élite empeñada en su autoprotección a expensas de sus nietos. Los más hiperbólicos entre ellos también afirman que el uso de los confinamientos por el Covid-19 que restringen la actividad de todos, en lugar de medidas específicas que afectan solamente a las personas de tercera edad y a otras personas en mayor riesgo, han expuesto las funestas características de esta gerontocracia egoísta.
No estoy de acuerdo, y no sólo porque soy una cincuentona. Lo que me preocupa mucho más es el ejemplo agotador que estos robustos árboles de hoja perenne le están dando al resto de la fuerza laboral, incluyendo a las partes que mejor conozco.
Bob Woodward, de 77 años, todavía trabaja en el Washington Post casi 50 años después de que informó sobre el escándalo de Watergate, y sigue publicando importantes historias políticas.
En septiembre, reveló en su último libro que Trump sabía cuán mortal era el Covid-19 desde el principio de la pandemia, pero que lo había minimizado en público.
La periodista de CBS Lesley Stahl, que cumplirá 79 años en diciembre, estuvo en el centro de una historia más reciente sobre Trump, después de que el Presidente se levantó abruptamente y terminó la entrevista de televisión de 60 Minutes con ella en la Casa Blanca.
No es solo el hecho de que todas estas tropas sigan avanzando. Es la forma en que lo están haciendo.
En 2018, cuando solo tenía 77 años de edad, Pelosi rompió récords modernos cuando se puso de pie y pronunció un discurso maratónico de ocho horas en la Cámara de Representantes, con tacones de aguja de cuatro pulgadas de alto. Su único problema, dijo más tarde, era que algo en la alfombra le había dado alergia, por lo que le habían proporcionado un flujo constante de pañuelos.
Encuentro esta hazaña inimaginable. Después de siete meses de trabajar en casa con zapatillas deportivas, o botas Ugg si hace frío, me probé con cautela un par de tacones altos para un evento de trabajo en persona el otro día. Después de cojear de un extremo del dormitorio al otro, decidí que bastaría con botas de tacón plano.
EEUU no es el único lugar donde estos individuos incansables y perseverantes nos están presionando al resto de nosotros. Hace unas semanas, Ignacio Galán, el incontenible empresario de 70 años que ha sido el director ejecutivo de Iberdrola, la empresa energética española, desde 2001, selló un acuerdo de US$ 8.300 millones para comprar un grupo estadounidense, su octava adquisición de este año.
Pero el Reino Unido es el que más ha demostrado que la edad no afecta la naturaleza insaciable del espíritu competitivo.
Una de las historias más alentadoras de la pandemia surgió cuando el capitán Tom Moore, veterano del ejército de 99 años, decidió dar 100 vueltas a su jardín de Bedfordshire antes de cumplir 100 años para recaudar fondos para el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS, su sigla en inglés).
En octubre, Ruth Saunders, una exenfermera de la Cruz Roja de 104 años, decidió superarlo y caminar una distancia de maratón de 42 kilómetros para recopilar fondos para una obra de beneficencia. “Pensé que si él podía hacerlo, yo también podría hacerlo”, le dijo a la BBC. “Y le gané porque él no fue tan lejos como yo. Y es más joven que yo”.