Competencia y competencias. Sus efectos sobre la productividad
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José Miguel Benavente
Las recientes cifras económicas siguen mostrando que la productividad constituye la gran debilidad del proceso de crecimiento en nuestro país. Un análisis más cuidadoso de las mismas sugiere que existe una alta heterogeneidad entre sectores productivos, donde la industria de servicios muestra la más baja productividad comparada con un estándar internacional como lo es Estados Unidos.
Curiosamente, las cifras también muestran que el sector terciario, particularmente servicios financieros, de salud, pensiones y educación, está entre aquellos con las rentabilidades más altas dentro de la estructura productiva nacional. Parece que algo no cuadra. Los sectores con las peores productividades son los que tienen, en términos relativos, los más altos retornos.
Existe un amplio cuerpo de literatura económica que muestra que la falta de competencia no incentiva a mejoras en la productividad de las empresas y de los sectores en general. Uno de los argumentos generalmente sugerido y que la evidencia confirma es que la falta de competencia inhibe la innovación y que esta dejadez afecta directamente la eficiencia productiva de las empresas, aunque no necesariamente sus utilidades. Pero ¿qué hay detrás de esta conjetura?. Evidentemente, la innovación no aparece sola. Se supone que es el resultado de una decisión de quienes están liderando las empresas.
Un trabajo académico reciente (Van Reenen, 2014) muestra que el canal de transmisión mediante el cual la falta de competencia afecta a la productividad son las prácticas gerenciales de los administradores de las empresas. Comparando miles de firmas de varios sectores y países se observa que aquellos donde las prácticas empresariales son débiles -medidas a través de capacidades de monitoreo de las actividades productivas internas, consistencia entre objetivos y formas de alcanzarlos, y manejo del capital humano entre otros características-, están vinculadas con aquellos países y/o sectores donde el grado de competencia es mas baja. Controlando por un sinnúmero de efectos atribuibles a otros factores, el autor muestra que un mayor nivel de competencia no solo hace que las empresas mal administradas salgan del mercado sino que las sobrevivientes hagan mejor su pega.
Si bien este no es el único canal por el cual la productividad de las firmas puede mejorar, indudablemente un mayor nivel de contestabilidad de mercado tiene un efecto en la productividad agregada del sector. Las implicancias de lo anterior entonces son dobles. Por una parte, buscar que ese grado de desafío que impone la competencia siempre esté presente. Pero también incentivar para que los ejecutivos tengan las competencias suficientes para dar buenas respuestas a esa presión. Ello no sólo se traducirá en mejoras en el servicio prestado a los consumidores sino que también en la mejora en la productividad agregada del aparato productivo que, a la larga como sugería Krugman, es lo único que importa para la mejora en el ingreso por habitante de los países.