Interrogantes sobre la inflación
Luis Felipe Lagos M. Economista y consultor
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Luis Felipe Lagos M.
Si bien la inflación en Chile y Estados Unidos tiene causa conocida -un aumento desproporcionado de la demanda agregada por una política fiscal muy expansiva y retiros de ahorro previsional-, en el caso de Chile existen diversas interrogantes.
El año pasado, el presidente de la Fed afirmaba que la inflación sería transitoria y que su control no resultaría en una recesión. Recientemente, sus palabras han dejado de ser tan optimistas, al señalar que hay que superar la inflación y no será sin sufrimiento.
“Un alza en la tasa de interés para combatir la inflación que no va acompañada de un ajuste fiscal creíble termina en un mayor deterioro del balance fiscal e inflación más elevada: una estanflación fiscal”.
¿Es posible combatir la inflación sin generar una recesión? ¿Cuánto debe subir la tasa de interés de política monetaria para abatirla?
La respuesta depende de cómo se comporten las expectativas de inflación. En términos simples, la inflación efectiva es igual a la inflación esperada más una presión inflacionaria, que puede ser un shock de demanda, como la política fiscal expansiva, o un shock transitorio de oferta, como alza de precio de alimentos y energía.
Si las expectativas miran al pasado (adaptativas), entonces para mañana se esperará una inflación similar a la de hoy; en este caso, controlar la inflación genera una recesión. Por el contrario, si las expectativas usan toda la información disponible (racionales) no se precisa una recesión. En el primer caso, la tasa de política debe subir más que la inflación (regla de Taylor), generando una tasa real positiva para enfriar la actividad lo suficiente y así reducir la inflación. En el segundo caso, no se requiere tamaña alza en la tasa de política, basta generar un movimiento que altere las expectativas para el control de la inflación.
En la práctica, las expectativas pueden ser una mezcla de adaptativas y racionales, y la economía puede estar continuamente afectada por distintas presiones inflacionarias.
Con todo, la economía chilena precisa ajustar la demanda; el déficit en la cuenta corriente de 8,5% del PIB no es sostenible. El problema es que incluso un “aterrizaje suave” nos lleva al crecimiento del PIB de mediano plazo, el que ya es muy bajo, inferior a 2%.
Friedman nos enseñó que “la inflación es siempre y en todo lugar un problema monetario”. Esto hay que complementarlo con lo que nos dice Sargent: “Una inflación persistente es siempre y en todo lugar un problema fiscal”.
La inflación de tendencia esperada depende de la capacidad de estabilizar la deuda pública mediante una política fiscal creíble, que genere los superávits primarios necesarios. Un alza en la tasa de interés para combatir la inflación que no va acompañada de un ajuste fiscal creíble termina en un mayor deterioro del balance fiscal e inflación más elevada: una estanflación fiscal (Bianchi-Melosi, 2022).
Hacienda anticipa un superávit estructural (0,9%) y efectivo (1,6%) para 2022, debido a ingresos extraordinarios, y al ajuste fiscal que permitió el presupuesto aprobado en el gobierno anterior. No obstante, para 2023 se proyecta un déficit efectivo (2,7%) y estructural (2,1%) que convergería a un equilibrio con una deuda estabilizada en 39% del PIB hacia 2027. Esto, en un escenario optimista de crecimiento del PIB efectivo (2,9%) y tendencial no minero (2,3%); y solo considerando gastos comprometidos a esta fecha.
Sin embargo, existen escenarios de riesgo altamente probables que no aseguran la estabilidad de la deuda. El Consejo Fiscal Autónomo proyecta una deuda que supera el 45% e 2030 y converge a un 96% del PIB si se comprometen mayores gastos y la reforma tributaria no recauda lo estimado, lo que, dicho sea de paso, es seguro.