¡Aguante, ministro!
CECILIA CIFUENTES Economista, directora del Centro de Estudios Financieros del ESE Business School, UAndes
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Cecilia Cifuentes
Fuimos muchos los que sentimos alivio cuando Mario Marcel fue nombrado ministro de Hacienda, porque frente al radicalismo y populismo de estos años, del cual el propio Gabriel Boric y algunos de sus ministros más importantes fueron parte, Marcel constituye un sello de seriedad. No obstante, la partida ha sido muy difícil, no sólo en el campo político. En el ámbito económico lo más complejo en el corto plazo es, por supuesto, la presión por el quinto retiro de los fondos de pensiones, sumándose además en pocas semanas el reajuste del salario mínimo.
El proyecto del quinto retiro hace patente que el populismo finalmente se paga, ya que Boric y parte de su gabinete apoyaron el fracasado proyecto del cuarto retiro cuando un 90% de la población recibía generosas ayudas del Estado a través del IFE, y además el consumo crecía a niveles récord. ¿Qué razones pueden justificar entonces ahora el rechazo a esa idea?
Difícilmente pueden defender la importancia crucial del mercado de capitales en la calidad de vida de los ciudadanos, porque es un argumento que siempre han rechazado. Lo mismo con el impacto inflacionario, lo negaron hace pocos meses. Se han planteado entonces dos argumentos, bastante peligrosos ambos. El primero es que la economía ya se ha recuperado de los efectos del Covid, ¿pero qué harán, entonces, cuando inevitablemente las cifras de crecimiento sean malas en el segundo semestre? El segundo tipo de argumentos, peores todavía, son los dados por las ministras del Trabajo e Interior, la primera diciendo que necesitan esos recursos para la reforma de pensiones, y la segunda diciendo que no le gusta el argumento de "es mi plata", porque ese discurso lo único que logra es mayor presión de la ciudadanía por retirar sus ahorros, frente al riesgo de estatización que se genera.
De aprobarse finalmente esta iniciativa, el daño sería gigantesco, no sólo para las futuras pensiones, el funcionamiento del mercado financiero y la inflación, sino también por la pérdida de credibilidad del ministro Marcel, que correctamente ha puesto todo su capital político para evitar esta reforma nefasta. ¡Aguante, ministro! Porque las presiones por lo retiros seguirán, por parte de una ciudadanía con necesidades que aumentarán, junto con el temor a una futura estatización que el gobierno y la Convención Constitucional no logran despejar.
El segundo tema complejo es el reajuste del salario mínimo, en un contexto de inflación alta, e incertidumbre institucional, que daña la inversión y la creación de empleo. Un reajuste elevado, sin un correlato en productividad, agravará la informalidad e incentivará la automatización y la inmigración, afectando especialmente a los sectores más vulnerables. Al respecto, los datos de la OCDE muestran que el salario mínimo en Chile equivale a más de un 70% de la mediana salarial, en comparación con un 55% para el promedio de ese grupo de países. Llevarlo a $400.000 eleva esa proporción a más de 90%, lo que no parece razonable.
El gobierno ha anunciado que buscará formas de subsidiar a las empresas de menor tamaño. Sería mejor destinar esos recursos a capacitación laboral, para lograr los muy necesarios aumentos de productividad. Porque si a este aumento agregamos la reducción de jornada laboral y el aumento de cotizaciones de seguridad social, se estarían creando todas las condiciones para perjudicar a quienes son supuestamente la principal preocupación de este gobierno: los trabajadores de menores ingresos. El ministro Marcel tiene que ser el Pepe Grillo que recuerde permanentemente que el crecimiento económico es el único camino para lograr los mayores niveles de bienestar que espera la población. Difícil tarea.