La banca más allá de su rol tradicional
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Sergio Lehmann
Durante la pandemia, la banca en Chile jugó un rol fundamental para contener los enormes impactos que las restricciones sanitarias producían sobre la actividad económica. Como nunca en la historia, la profunda caída del producto nacional en ese entonces fue acompañada por incrementos muy significativos en las colocaciones bancarias, canalizando enormes recursos de apoyo que venían de la mano de garantías provistas por el Estado y nuevas herramientas diseñadas por el Banco Central.
Así, mientras a mediados de 2020 la actividad caía en torno a 15% anual, los créditos subían 12%. Esto fue clave para mantener a flote y luego apoyar la recuperación de buena parte de las empresas, especialmente en el segmento PYME, motor de la economía.
La bancarización en Chile alcanza al 70% de la población; una cifra muy notable si se compara con la realidad infinitamente más precaria de las economías emergentes. Eso permite que el sistema de pagos funcione de forma eficiente, llevando además a que la política monetaria actúe efectivamente, logrando un buen control de la inflación y favoreciendo la estabilidad de la economía. En esta dimensión, la experiencia de los últimos dos años también ha sido decidora.
Sin embargo, la cifra de bancarización de hogares no revela que se trata de una aproximación muy simple hacia la banca, asociada mayoritariamente a cuentas vista y el uso, aunque todavía limitado, de tarjetas de crédito. El espacio para crecer en instrumentos más “sofisticados”, como cuentas de ahorro, instrumentos de inversión o créditos de consumo estándares, es aún elevado, reconociendo una enorme distancia respecto al registro de las economías avanzadas.
Se advierte ahí, sin embargo, una pesada piedra de tope, presente también en otras áreas de desarrollo del país, como lo es la educación. En este caso, es fundamental avanzar en educación financiera para toda la población desde el nivel escolar, de forma de promover un comportamiento responsable y aprovechar el apoyo del sector financiero para impulsar proyectos propios, elevando el bienestar y generando efectos macro virtuosos. En los últimos años, además, advertimos un avance vertiginoso de la banca digital. Se han abierto canales potentes que acercan al cliente con instrumentos financieros más sofisticados, lo que impulsaría la productividad del país.
Por otro lado, vemos en la banca un eje fundamental para avanzar en objetivos medioambientales, sociales y de gobierno, llamados internacionalmente ESG por sus siglas en inglés. En este ámbito, los bancos son la palanca de movilización más poderosa, a través del crédito orientado hacia proyectos que apunten al uso y generación de energías limpias, así como en el consumo de bienes y servicios medioambientalmente amistosos. Se contemplan, además, espacios de contribución en materia de inclusión social, educación, calidad de la salud y urbanismo, entre otros. Del lado del financiamiento hacia los bancos, es cada vez más importante para los mercados asegurar que los recursos que se levantan se dirijan hacia ámbitos que contribuyan a la sostenibilidad, premiando la emisión de bonos verdes o ESG.
El sistema financiero es, entonces, un actor clave para avanzar hacia los objetivos que en Chile nos pusimos en materias medioambientales y sociales. Entender esto y potenciarlo requiere de una institucionalidad que lo favorezca, junto con reglas estables y coherentes con las metas que hemos definido pensando en las futuras generaciones.
Sergio Lehmann
Economista jefe del Banco Bci