S. WAGSTYL Y J. WHEATLEY
En sus veinte años como taxista de Hanoi, Pham Van Vinh aprendió a sortear las caóticas calles de la capital de Vietnam y las exigencias de su policía de tránsito.
Pero este padre de dos hijos y 44 años trabaja más que nunca debido al triple golpe de la inflación, que se aceleró a 19,8% anual en mayo, una de las tasas más altas del mundo. Los precios de la gasolina subieron 30% en febrero; los aumentos en las tarifas de los taxis alejaron a los pasajeros; y los costos de vida de su familia han subido dado que los alimentos cuestan el doble.
Eso se repite en todo el mundo emergente. Las últimas cifras inflación en las naciones del grupo de los BRIC son 6,5% en Brasil; 8,7% en India; 9,6% en Rusia y 5,3% en China. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé para este año que en promedio los precios subirán 6,9% en el mundo emergente, comparado con sólo 2,2% en el desarrollado.
La pregunta es cuánto amenaza esto la expansión global. Después de todo, las economías emergentes salieron de la crisis 2008-09 creciendo a un ritmo mayor que el mundo desarrollado. ¿No será que la inflación de entre 6% y 7% es el precio que se paga por el fuerte impulso que los mercados emergentes le están dando a la economía mundial?
Quizás, si se mantiene en niveles moderados. Pero quienes fijan políticas en el mercado emergente enfrentan una serie de desafíos inflacionarios incluyendo el aumento de los precios de los alimentos y la energía, la falta de mano de obra calificada, los cuellos de botella en infraestructura, el auge en las propiedades y las inmensas olas de liquidez generadas por los bancos centrales de EEUU, Europa, China y otros lugares para sacar a la economía de la crisis.
Si bien los países enfrentan peligros comunes, mucho dependerá de cómo respondan individualmente. Algunos estados han aprendido de la historia y domaron la inflación aplicando constantes políticas anti-inflacionarias, incluyendo una fuerte gestión fiscal y supervisión bancaria. Pero las naciones con políticas fiscales, monetarias y bancarias crónicamente laxas están cerca de la crisis inflacionaria. En Argentina, por ejemplo, los economistas reconocen que el índice de inflación es de 25%, lo que ridiculiza la cifra oficial de 10%.
El principal motor de la inflación en los últimos 18 meses ha sido el alza en los precios del petróleo, alimentos y materias primas, provocada por la creciente demanda de China, India y otros países emergentes. Los alimentos representan sólo el 8% del gasto de los consumidores en EEUU. En China, la cifra es 30%; en India, 45%.
En mayo se produjo una liquidación de commodities que disminuyó los temores. Algunos economistas consideran que con esto se terminó el pánico. Mientras los estados desarrollados enfrentan el lento crecimiento y la enorme deuda, la verdadera amenaza en los mercados emergentes, aseguran, es la caída de la producción y no un despegue de la inflación. “No veo los niveles de inflación destructivos del pasado”, comentó Bill O’Neill de Merrill Lynch BofA.
Pero otros siguen preocupados. John-Paul Smith de Deutsche Bank comentó: “los inversionistas están subestimando el hecho de que la inflación es estructural en muchos mercados emergentes, en contraposición a un fenómeno cíclico”.
En términos generales, es un logro histórico que las naciones emergentes hayan podido recuperarse rápidamente de la crisis global y eso ayudó a evitar que la recesión mundial se prolongara en el tiempo. Sin embargo, es importante lo que viene luego. Otro incremento en los precios de los commodities crearía peligros para las naciones que enfrentan desafíos inflacionarios, incluyendo a los BRIC.