Graciela Chichilnisky, académica de la Universidad de Columbia: “Chile podría tomar el rol de liderazgo técnico en el campo financiero para las negociaciones climáticas”
La economista que participó en la elaboración del Protocolo de Kioto estima que el país “necesita un poco más de dinámica”, pero que está en “un buen lugar” en transición verde.
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Chile tiene posibilidades de liderar en las negociaciones globales del medio ambiente. Esa es la impresión de la doctora en Matemáticas y Economía del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y la Universidad de Berkeley, Graciela Chichilnisky, una voz autorizada en la materia.
Académica de la Universidad de Columbia, participó en la elaboración del Protocolo de Kyoto, que se creó con el fin de bajar las emisiones de gases de efecto (GEI) invernadero que causan el calentamiento global. De hecho, diseñó el mercado de carbono en 2005 que tiene la misma lógica.
También fue autora estadounidense del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) en 2007 y creó el concepto de “necesidades básicas”, que fue votado por las Naciones Unidas como el concepto principal de desarrollo económico, y de la teoría formal del Desarrollo Sostenible.
“Para las naciones ricas, el mercado del carbono significa la flexibilidad de que se puede conseguir todo a través de los mercados. Para los países pobres, representa la inflexibilidad de no poder ir más allá del límite sin sufrir”, asegura la doctora del MIT sobre las limitantes de este mecanismo.
Nacida en Argentina, hoy reside en Estados Unidos y la última estuvo de gira en el país para participar en una actividad de la unidad de Educación Ejecutiva (UEjecutivos) de la FEN U. de Chile y la Asociación Chilena de Desalinización AG (Acades).
Chichilnisky sostiene que el actual problema de las negociaciones climáticas globales es que van del norte al sur y no existe ningún país del hemisferio sur que sea protagonista. De ahí que plantea que “Chile podría tomar un rol de liderazgo y liderazgo técnico en el campo financiero y, de esa manera, ayudar a mejorar el dilema entre el norte y sur”, indica.
A lo anterior suma otra idea: que se introduzcan nuevos instrumentos financieros para financiar la tecnología que se hace cargo de la captura de las emisiones de CO2, además de emular leyes como la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por su sigla en inglés) de EEUU.
Esta norma entrega créditos fiscales de hasta US$ 180 por cada tonelada de CO2 almacenada, pero que debe ser modificado para no fomentar la recuperación mejorada de petróleo, sino que para la eliminación progresiva de los combustibles fósiles.
“Es una cosa que necesita comprensión financiera y Chile la tiene. Entonces, puede tener una situación de liderazgo, porque es un país que está en vía de desarrollo, pero al mismo tiempo está muy desarrollado. Está en la mitad, perfectamente posicionado”, dice.
Y si bien considera que en el campo de la transición verde Chile necesita “un poco más de dinámica”, agrega que “está en un buen lugar. Tiene gente muy buena y el equipo, el equipo de Gobierno es impresionante”, precisa refiriéndose a la ministra de Medio Ambiente, Maisa Rojas y a Julio Cordano, director de Medio Ambiente, Cambio Climático y Océanos de Cancillería.
Mercado de carbono: ¿La solución?
Para Chichilnisky el problema contra el cambio climático en la actualidad es el mismo de siempre: “Es los ricos contra los pobres. Los ricos producen emisiones y utilizan los recursos del planeta. Los pobres están pagando la factura porque están sufriendo los resultados del cambio climático, y no se están beneficiando de ello”, explica.
En este escenario, cree urgente la eliminación y mitigación de más de 500 mil millones de gigatoneladas de CO2 que ya están en la atmósfera, además de reducir drásticamente las emisiones en curso.
Por lo mismo, la experta propone una nueva solución a través de una política sucesora del mercado de carbono del protocolo de Kioto de 2005, que introdujo metas de reducción de emisiones para los países desarrollados y que para 2020 la Unión Europea logró el objetivo de reducirlas en 20%.
Sin embargo, estima que el actual mercado donde el dióxido de carbono se vuelve un bien transable tiene limitantes. “Para las naciones ricas, el mercado del carbono significa la flexibilidad de que se puede conseguir todo a través de los mercados. Para los países pobres, representaba la inflexibilidad de no poder ir más allá del límite sin sufrir”, dice.
Para Chichilnisky el nuevo mercado funcionaría a través de vender y comprar no solo cantidades positivas de carbono, o sea, que contaminan; sino que también negativas, es decir, que contribuye a la reducción del efecto invernadero.
Una innovación, pues en la actualidad no existen mercados que comercien bienes negativos.
Para esto sería necesario los “bienes verdes”, entendidos como aquellos productos que usan tecnología para la captura de carbono de la atmósfera, tales como fibras de carbono, polímeros hechos a base de CO2 y las desalinizadoras.
“Podemos ayudar a las naciones en desarrollo a alcanzar un desarrollo más rápido, pero de una manera que no empeore la atmósfera”, afirma la experta. “Eso es en lo que debemos centrarnos, se puede aumentar el PIB y aumentar los beneficios, pero al mismo tiempo, eliminar el CO2 de la atmósfera”, expone.