2024: un año de lecciones invaluables para los inversionistas
Andrés Alcalde Sánchez Global Portfolio Manager de Vinci Compass
Por: Andrés Alcalde Sánchez | Publicado: Sábado 14 de diciembre de 2024 a las 04:00 hrs.
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Hace casi un año, el consenso de los analistas del mercado proyectaba un precio objetivo del índice S&P 500 para fines de 2024 de 4.860 puntos. Esta estimación anticipaba una tímida utilidad del 2% respecto del nivel de cierre del año 2023 (4.770 puntos). Considerando dividendos, era una ganancia levemente superior al 3%.
“Será el año de la renta fija”, auguraban algunos, considerando el potencial de obtener ganancias de capital ante el inminente inicio del ciclo de recorte de tasas por parte del Banco de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos. Esto, sumado al atractivo devengo de las tasas de interés, en niveles no vistos desde el año 2007.
Por su parte, los depósitos a plazo, fondos money market o bonos del Tesoro de corta duración (T-bills) ofrecían una tasa de interés superior al 5% anual, con un riesgo muy acotado y un inmejorable ratio de Sharpe (retorno esperado por unidad de volatilidad).
Para aquellos inversionistas asiduos al market timing, que privilegian el posicionamiento táctico u oportunista por sobre el estratégico, parecía evidente prepararse para encarar de manera cautelosa el año 2024. Un año de elecciones, en que más de la mitad de la población mundial votaría para elegir a sus nuevos mandatarios. También un año en que, de acuerdo con las proyecciones de los analistas, existía un 50% de probabilidades de que la economía global cayera en recesión.
Al observar los flujos de los inversionistas hacia distintas clases de activos, sobresalen las entradas por aproximadamente USD 1 billón (millón de millones) a money market en lo corrido del presente año, un movimiento de magnitud similar al de 2023. Con esto, la cantidad de dinero en este tipo de inversión supera la barrera de los USD 7 billones, un nivel sin precedentes.
Dado que también se observan flujos positivos a acciones, bonos y commodities durante el año, se puede entender que este dinero proviene desde cuentas bancarias y depósitos a plazo, en un movimiento por parte de inversionistas que anticipan el riesgo de reinversión con tasas de interés que comienzan a moverse a la baja y buscan, desde la liquidez del money market, el momento oportuno para tomar inversiones con más riesgo y, claro, mayor rentabilidad esperada.
¿Qué ha pasado en cuanto a rentabilidades? Habiendo recorrido ya gran parte del año, vemos que la clase de activo de mejor desempeño, contra todos los pronósticos, es la renta variable. Destaca la rentabilidad del 28% del índice norteamericano S&P 500, que acumula un retorno del 57% en los últimos 24 meses y que actualmente se ubica por sobre los 6.000 puntos, dejando atrás la estimación de 5.400 puntos que proyectaba el analista más optimista hace 12 meses. Sí, impresionante. Esto ha sido respaldado por el robusto crecimiento de la economía y las utilidades de las empresas en Estados Unidos, que son contempladas con envidia y admiración por el resto del mundo y sus respectivos mercados.
Por su parte, la renta fija de buena calidad crediticia (deuda soberana e Investment Grade) se encamina a cerrar el año con un avance inferior al 5%. Algo mejor ha sido el desempeño de la deuda tipo high yield, de menor calidad, que registra una ganancia superior al 10%. Todo esto en un año en que, finalmente, la temida recesión no llegó.
Los fondos money market se perfilan para entregar el 5% esperado, lo que, aunque atractivo en términos absolutos y libre de riesgo, no resulta tan competitivo frente al rendimiento de las acciones.
¿Qué lecciones nos deja este 2024? En primer lugar, que las estimaciones de los analistas del mercado tienen una capacidad predictiva muy limitada. Estas proyecciones no deberían primar a la hora de tomar decisiones, especialmente para inversionistas con un horizonte de largo plazo. Lo ocurrido este año lo deja en evidencia.
El principal aprendizaje es lo complejo e ineficiente que resulta el market timing como filosofía de inversión, incluso cuando parece haber fundamentos que respaldan un determinado posicionamiento en los portafolios de los inversionistas.
Lo primordial, al definir e implementar una cartera de inversiones, es la disciplina. Es decir, una asignación estratégica optimizada de acuerdo con los objetivos de cada inversionista, teniendo en cuenta su tolerancia al riesgo, horizonte de inversión y necesidades de liquidez.