Cuando la productividad del capital y trabajo crece lentamente, el desarrollo económico en el mediano plazo cae, pues se hace casi exclusivamente dependiente de la acumulación de estos factores. La productividad ha caído notablemente, desde una tasa anual de 3,1% en los 90 a 0,2% en 2000-2010. Las explicaciones convencionales son las trabas regulatorias, bajos incentivos a investigación y desarrollo; una cultura que subestima el valor de la innovación. Estas últimas dos razones no explican esta baja, pues las mismas condiciones prevalecían en ambas décadas.
Sin embargo, las trabas regulatorias a la innovación no han aumentado. Sí han cambiado las restricciones al uso de los recursos naturales y el medio ambiente por una aplicación más estricta de las normas ambientales, una mayor vigilancia de la sociedad civil que obliga al gobierno a aplicarlas con mayor decisión, presionando a las empresas contaminantes a mitigar su impacto ambiental o evitando su instalación.
Tras décadas de degradación ambiental, los recursos ambientales se han hecho crecientemente escasos y, por lo tanto, más valiosos. La presión social no es “traba”, si no que respuestas económicamente eficientes. Los recursos más escasos deben subir de precio y cuando el mercado no existe, se requiere regulaciones que racionen su uso. La solución ha venido desde la sociedad civil que protege sus derechos. Sobre los recursos naturales directamente productivos también después de su explotación desenfrenada, son escasos. El agua es cada vez más difícil de obtener; la energía más costosa,; las nuevas fuentes de minerales y de energía están en zonas cada vez más remotas y más costosas de explotar.
Todo esto implica una reducción de la productividad del capital y el trabajo, que tal como es medida, incorpora la contribución del capital natural utilizado en la producción y que los análisis de productividad (equivocadamente) la atribuyen a dichos factores. Cuando el capital natural se hace más escaso y costoso, su uso en la producción baja y la productividad del capital y trabajo caen. La escasez de capital natural tiene gran impacto en Chile cuya estructura productiva es altamente dependiente de los recursos naturales, así como, de industrias de alto impacto ambiental. Así, Chile puede crecer rápido cuando el capital natural es abundante y sujeto a poca regulación, como fue en 90; pero cuando esto se revierte, la productividad cae y el potencial de crecimiento económico se reduce.
No hay soluciones fáciles, pues no es posible relajar regulaciones medioambientales ni los remedios ortodoxos de “promover” la inversión en los mismos sectores tradicionales son efectivos, pues el problema es la caída del capital natural. Se requiere expandir la calidad de la educación para cambiar la estructura productiva hacia una más asociada con el conocimiento y la tecnología.
(*) Esta columna fue escrita en conjunto con Ramón López, de la U. de Maryland, EEUU