En los encarnizados debates sobre el futuro de la Unión Europea y la zona del euro, Alemania ocupa siempre el centro de la escena. Su economía es la de mayor tamaño: produce el 28% del PIB de la eurozona y alberga al 25% de su población. Su superávit de cuenta corriente es mayor que el de China, de hecho, es el mayor del mundo en valor absoluto. Y, si bien las mayorías ponderadas pueden anular sus decisiones sobre algunos temas, todos reconocen que poco puede lograrse en la eurozona a menos que Alemania esté de acuerdo.
Pero el énfasis en Alemania, si bien justificado, no debería subestimar el rol crítico de Francia. En Francia no sólo se genera aproximadamente el 22% del PIB de la zona del euro y reside el 20% de su población -una cantidad sólo menor a la de Alemania- también posee la demografía más saludable en la zona del euro, mientras que las estimaciones para la población alemana prevén disminuciones durante la próxima década.
Al mismo tiempo, el papel fundamental de Francia refleja más que su tamaño. De hecho, en términos de influencia sobre los resultados europeos, Francia es tan importante como Alemania, por tres motivos.
En primer lugar, Francia es un vínculo indispensable entre el norte y el sur de Europa en una época de creciente división económica y financiera entre acreedores y deudores (una brecha que comienza a incluir una dimensión cultural). Una Francia activa puede desempeñar un papel unificador, aprovechando su sólida relación con Alemania (una amistad que constituye un pilar para la UE) y su proximidad y afinidad cultural con el mediterráneo.
Francia es “sureña” por su déficit de cuenta corriente, pero “norteña” respecto de sus costos de endeudamiento, en parte debido a los flujos entrantes de capitales que huyen del sur, así como a un crecimiento económico modesto, pero positivo. Además, no se percibe un riesgo de “redenominación” que afecte a los activos franceses, dada la confianza de los mercados en que Francia mantenga el euro. Por ello, si bien Francia enfrenta enormes desafíos económicos, sus características norteñas y sureñas le permiten desempeñar un papel proactivo en el proyecto de supervivencia europea.
El presidente francés François Hollande mostró un anticipo bastante exitoso de este rol al reunirse durante su primer día en funciones con la canciller Angela Merkel en Berlín y participar, un mes más tarde, en una reunión de alto perfil en Roma con los primeros ministros de Italia y España. De hecho, tomó la iniciativa para agregar un “pacto de crecimiento” al “pacto de estabilidad” que se había negociado bajo el liderazgo de Merkel.
En segundo lugar, Francia, bajo su nuevo gobierno de centroizquierda, debe demostrar que el «modelo europeo» de una economía de mercado con intensa solidaridad social puede ser reformado y fortalecido en vez de abandonado, no solo en el norte de Europa, -más pragmático- sino también en el sur -más ideológico. Los socialistas franceses no renunciarán a sus compromisos tradicionales, ni deberían hacerlo. Pero ahora tienen la oportunidad de contribuir a la renovación del modelo europeo.
Con Hollande, los socialistas franceses están a favor de lograr esa renovación a través de un proceso de diálogo social que convenza en vez de imponer, que se centre tanto en medidas para recaudar como para impulsar la eficiencia gubernamental, y que pueda adoptar algunas de las más exitosas políticas de «flexiguridad» del norte de Europa, que combinan una mayor flexibilidad en los mercados de trabajo con una sólida protección social. Las reformas también deberían introducir mayores posibilidades de elección individual, para posibilitar un mejor ajuste a las circunstancias y necesidades específicas de los ciudadanos en el diseño de soluciones a problemas relacionados con la jubilación, la educación, la salud y el estilo de vida.
Europa necesita una visión renovada y políticas eficaces para convertirla en realidad. El gobierno socialista-verde francés puede desempeñar un papel crucial para la unificación en un momento en que los europeos enfrentan su mayor desafío en décadas. Su éxito será trascendental –y nada despreciable para el debate político que determinará el resultado de las elecciones de 2013 en Alemania.
Copyright: Project Syndicate, 2012