Editorial

Un año de Bolsonaro

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Al cumplirse el primer año de gobierno de Jair Bolsonaro, el análisis de la primera economía de América Latina a menudo se entremezcla –inclusos algunos lo confunden- con el juicio político sobre el controvertido Presidente de Brasil. Si bien muchas de sus actuaciones —casi siempre con más efecto a nivel retórico que práctico— generan un entendible rechazo, ello no debe condicionar la mirada sobre su gestión. En especial a nivel económico, hay razones para un moderado optimismo, lo que es una buena noticia para la región.

Hasta ahora, el gobierno de Bolsonaro ha mantenido el impulso de un programa centrado en reducir drásticamente los enormes niveles de ineficiencia y despilfarro del gasto fiscal, lo que incluye rediseñar reglas que introduzcan competencia en sectores capturados por grupos de interés privados y públicos. Así, en una serie de reformas que revitalicen la economía de mercado —en desmedro del clientelismo y el rentismo—, y que contribuyan a un Estado más transparente y sujeto a rendir cuentas, se concentra lo central de la estrategia económica del Ejecutivo.

La reforma al sistema de pensiones —que logró ser aprobada pese a su negativo pronóstico— es parte clave de dicha estrategia, pero también lo son la modernización tributaria, la privatización de empresas estatales y la paulatina descentralización que entregue más poder a los estados por sobre el gobierno federal en Brasilia. La proyección de crecimiento de la economía es de 2% en 2020, una de las mayores de la región. También han aumentado la inversión y la confianza empresarial, si bien la popularidad del Presidente ha caído de forma importante en un año.

Por último, la supuesta deriva autoritaria de Bolsonaro se sustenta más en la condena de sus detractores que en la fuerza de los hechos. No existe hoy en Brasil un proceso político-institucional análogo, por ejemplo, al de los gobiernos bolivarianos, con un desdibujamiento de la separación entre poderes del Estado y una progresiva concentración de facultades en el Ejecutivo que nieguen los equilibrios democráticos.

Para Brasil, mantener el rumbo podría ser un buen consejo.

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