Impuesto regional: contrario a su objetivo

omo parte de la compleja tramitación de la reforma tributaria, el gobierno acordó con la Democracia Cristiana la introducción de un impuesto regional a la renta de 1%, a pagarse por las inversiones que superen los US$ 10 millones (por el monto que exceda esa cifra), del cual sólo un 50% sería deducible del impuesto de Primera Categoría pagado. El objetivo de esta medida sería que las inversiones contribuyan con recursos adicionales a la región donde se están desarrollando, objetivo que parece loable, pero buscado a través de un instrumento que podría lograr el resultado inverso, como planteó a este diario el senador Felipe Harboe.

Parece contradictorio que una reforma cuyo objetivo central es incentivar el crecimiento a través de la inversión, termine traduciéndose en un aumento del impuesto a la renta de las empresas cuando éstas realizan grandes proyectos. Cuesta entenderlo, especialmente teniendo en cuenta que el programa de gobierno establecía una rebaja del impuesto de Primera Categoría.

Adicionalmente, parece errado el razonamiento detrás de este impuesto, pues se fundamenta en que el beneficio para las regiones proviene de los recursos que recaude el gobierno, siendo que el principal aporte son los proyectos en sí mismos, que crean empleo y permiten mejores remuneraciones. Si como consecuencia de este impuesto se termina desincentivando la realización de los proyectos, el resultado será inverso al esperado.

Es cierto que la política tributaria puede ser un instrumento útil para incentivar inversión regional, pero a través de cierto tipo de exenciones, antes que con mayores impuestos. Si por otro lado, se busca que los proyectos contribuyan con recursos públicos a la zona donde se realizan, parece más razonable hacerlo a través de las patentes. Está pendiente una modificación a la normativa de rentas municipales y sería preferible esperar esa discusión para avanzar en la línea que busca (con métodos incorrectos) esta indicación a la reforma tributaria.