Costos laborales y mercado del trabajo

os cambios implementados en años recientes en materia laboral han significado, entre otras cosas, un aumento en los costos para los empleadores. Como dijo a este diario un exdirector del Trabajo, “esto no tiene que ver con un juicio de valor, sino que con hechos objetivos”. A esto han contribuido medidas como la licencia posnatal, el permiso para cuidar a un hijo en caso de enfermedad grave (Ley Sanna), y hacia adelante el derecho a sala cuna universal y la prevista alza de 4% en la cotización previsional, entre otras. También, por cierto, el aumento de la judicialización de los conflictos laborales ha incidido en mayores costos totales.

De esta forma, un cálculo verosímil es que la carga por concepto de seguridad social, que hoy se ubica en torno al 22% entre empleador y trabajador, podría acercarse al 27% hacia el año 2027.

En medida importante, lo anterior obedece a un reconocimiento de los derechos del trabajador más acorde con la economía y la sociedad modernas, y en ese sentido cabe darle la bienvenida. Con todo, ello no obsta para señalar que esta presión al alza de los costos laborales debe ser contenida dentro de parámetros razonables que minimicen las consecuencias negativas, bien conocidas: en el agregado, menos contrataciones y menores salarios. Sorprende, por ejemplo, que algunos de quienes se oponen a la idea de flexibilizar la jornada laboral, no duden en impulsar la reducción a 40 horas de la semana laboral, como ajenos a los efectos de una y otra medida.

Una legítima preocupación por defender los derechos de los trabajadores no debe ser obstáculo para reconocer las consecuencias dañinas de un encarecimiento excesivo de los costos laborales. Es crucial tener presente que, en último análisis, esto no lo paga realmente el empleador, sino el trabajador, a través de un mercado laboral con menos incentivos para contratar o subir salarios. El debate de la reforma laboral presentada al Congreso debe incorporar estas consideraciones.