Editorial

Centralismo, la otra desigualdad

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as convulsiones de los últimos días han puesto el foco en la desigualdad, apuntando principalmente a sus dimensiones económica y social. Casi nada se habla, en cambio, de una desigualdad que arrastramos desde los orígenes de nuestra república, memos visible, pero muy perceptible: la territorial.

Una sociedad democrática en lo político y libre en lo económico no puede prescindir de los particularismos de sus diversos componentes. En la realidad del Chile actual, resulta imposible que todas las políticas públicas sean aplicables a la totalidad de las realidades geográficas, culturales y económicas de cada región. Desde la desigualdad política existente en la conformación del Senado –donde existen regiones que valen jurídicamente más que otras- hasta nuestro sistema tributario y presupuestario, el excesivo centralismo ha sido una constante bajo gobiernos de todo signo político.

Paradojal resulta, entonces, que la Constitución cuente con mecanismos para establecer tributos de clara identificación local y regional, que de paso permitirían darle realidad a una descentralización que, hasta ahora, sólo es administrativa, lo que implicaría que los recursos regionales no se gasten (ni se destruyan) en la capital de la nación.

Una racional, pero no menos urgente, desconcentración del poder en favor de las regiones no solo trae consecuencias económicas, en cuanto permite internalizar el trabajo y las riquezas de un territorio, también constituye una potente señal democrática. Les otorga a los ciudadanos la posibilidad de elegir diferentes matices de un modelo, sin que se tengan que imponer subsidios cruzados entre las regiones, haciéndolas dueñas –y por lo tanto, responsables- de su propio desarrollo.

Más libertad a las personas para escoger su modelo de sociedad, dentro de consensos nacionales compartidos por todos, descomprime también las legítimas diferencias que van surgiendo a medida que las democracias se vuelven más demandantes y sofisticadas en sus necesidades, las que van resultar progresivamente difíciles de satisfacer desde un modelo tan centralizado como el actual.

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