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Sociedades familiares: “Orgullo y prejuicio”

Claudio Bustos Abogado Socio Bustos Tax & Legal

Por: Claudio Bustos | Publicado: Viernes 21 de febrero de 2020 a las 04:00 hrs.
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Claudio Bustos

El título de la novela de Jane Austen en el siglo XIX, así como la película homónima de 2005, sirven muy bien para retratar ciertos aspectos esenciales que caracterizan a las empresas familiares, a saber, los elementos de cercanía parental que éstas encierran, así como la percepción de sospecha que el resto de las personas suelen tener de ellas.

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Para el fundador de una empresa familiar, constituye el medio para hacer partícipes del negocio a los restantes miembros de la familia. Así, la empresa que fue, en principio, administrada sólo por su fundador, recibe luego como socios o accionistas a hijos, nietos y bisnietos que van incorporándose al negocio y, de esa manera, se intenta prever y asegurar la permanencia del patrimonio familiar en el tiempo. Entendida así, la empresa familiar es un orgullo para su creador y las generaciones posteriores.

Sin embargo, la percepción desde afuera que a veces se tiene de la empresa familiar está colmada de prejuicios, con o sin fundamento, pues se tiende a mirarlas como un esfuerzo sólo de su creador, y que favorece gratuitamente a los sucesores de aquél, quienes aportan poco y nada al negocio.

En algunos casos, ese prejuicio puede tener sustento, cuando se observa que hay empresas familiares que no alcanzan siquiera a llegar a la tercera generación. Claro, si una compañía se convierte simplemente en la cuenta corriente de una familia, desprovista de todo mérito o atención al negocio, es muy probable que esté condenada a desaparecer. Sin embargo, existen cada vez más empresas familiares que velan por su permanencia, incorporando en su propiedad y administración a los miembros de la familia que son más capaces y que tienen una mayor cercanía con el negocio, como también a asesores y directores externos.

Por eso han cobrado tanta importancia los denominados “family offices”. A pesar de ello, la normativa todavía cierne un manto de duda y de prejuicio sobre este tipo de empresas, ejemplo de lo cual es la modernización tributaria aprobada recientemente en el Congreso, que introduce una norma de control sobre los retiros o dividendos pagados por empresas familiares a socios personas naturales, castigando con un impuesto de 40% aquellos retiros que sean desproporcionados respecto a la participación del socio en el capital social, y que no puedan justificarse adecuadamente.

Es una norma excesiva y que expresa un prejuicio específicamente dirigido contra las empresas familiares. La norma parece ignorar o querer ignorar que las empresas familiares constituyen un negocio, el cual, para sobrevivir y crecer, debe ser administrado por personas capaces de liderarlo, de formar equipos de trabajo interdisciplinarios, tanto con miembros de la familia como con externos, en base al mérito de quienes se incorporan a ella. Así funciona cualquier negocio que se preserva en el tiempo, mientras otros desaparecen. Lo demás, es orgullo y prejuicio.

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