Pilita Clark

Trabaja en casa si puedes, pero no esperes que sea un paraíso

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Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 17 de febrero de 2020 a las 04:00 hrs.
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El mes pasado, estaba en medio de una videoconferencia un viernes con un ejecutivo de un reconocido banco cuando fuimos interrumpidos por un ruido terrible. “Argh”, exclamó, saltando para investigar lo que parecía un martillo neumático a punto de estallar a través de su pared.

El estruendo finalmente disminuyó, pero justo cuando me preguntaba por qué un banco permitiría a los constructores estar tan cerca de su personal en un día laboral, el ruido comenzó de nuevo. Entonces tocó la puerta lo que parecía ser una mujer enojada. Eso me dejó completamente desconcertada. ¿Qué tipo de banco era éste?

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Al final resultó que no era un banco en absoluto. Era un edificio de departamentos. El hombre que yo estaba entrevistando estaba haciendo lo que solía hacer todos los viernes: trabajar desde casa, al igual que la mujer en su puerta —una vecina- y otras personas en el resto de su edificio. Todos estaban horrorizados por la audacia de la persona que estaba haciendo el alboroto mientras intentaban trabajar.

Pensé en ellos cuando leí que, para detener el brote de coronavirus, se le estaba instando a tanta gente en China a trabajar en sus hogares que estábamos al borde del mayor experimento de teletrabajo en el mundo. Ya tienen los primeros resultados y hasta ahora parecen benignos. Las acciones en el servicio de videoconferencia Zoom han despegado. Según los informes, otro servicio de vídeo chat se apresuró a agregar un filtro de cámara embellecedor a su aplicación en respuesta a la creciente demanda. El Internet está lleno de consejos para los no iniciados: seguir un ritual, deshacerse de los pijamas y salir de la cama, especialmente para una videollamada.

Pienso que lo peor está por venir. Cuando las huelgas paralizaron el transporte público en Francia en diciembre, un amigo en París me dijo que el incidente provocó una desagradable división en su oficina. Algunos gerentes estaban felices de dejar que los subordinados trabajaran desde casa. Otros exigieron que todos se aparecieran en la oficina, incluso aquellos que tenían que pasar dos horas luchando para llegar, y otras dos para llegar a casa, en parte a pie. “La gente estaba absolutamente agotada”, dijo. “Y de muy mal humor”. Su historia me hizo pensar en una de las razones por las que nunca he estado completamente de acuerdo con la idea de teletrabajar. Es injusto, porque incluso cuando los jefes son sensatos, no todos lo permiten.

También es ineficiente. No importa cuán rápidamente responda la gente ante un ping de Slack o WhatsApp, siempre es más fácil hacer algo con una persona que está justo en frente de ti y, a veces, es más seguro.

Hace dos semanas, los investigadores ferroviarios británicos informaron que un tren de Londres estuvo a punto de estrellarse con una máquina de mantenimiento de vías después de que dos trabajadores responsables de los movimientos del tren, en ese momento, pasaron una “proporción significativa” de tiempo trabajando desde casa.

El ruido de fondo en el hogar podría haber afectado las “comunicaciones críticas de seguridad”, dijeron, algo que puedo entender perfectamente después de mi vídeo chat con el martillo neumático de fondo.

La oficina también ofrece más oportunidades de compartir nuevas ideas y, lo que es más importante, muchos chismes.

Nunca quisiera trabajar en GitLab, una empresa tecnológica que tiene más de 1.100 empleados en más de 60 países pero que no tiene oficinas, lo que la convierte en una de las compañías remotas más grandes.

Me doy cuenta de que mi opinión al respecto no concuerda con las tendencias actuales. Un colega que estuvo en Davos hace semanas escuchó a un alto ejecutivo de una firma de reclutamiento en EEUU decir que el trabajo remoto se ha convertido en el beneficio laboral de más rápido crecimiento. ¿Por qué? No les costó nada a los empleadores y a los trabajadores les encantó. Eso coincide con la investigación de Gallup que muestra que 54% de los empleados estadounidenses cambiarían de trabajo por la opción de trabajar de forma remota.

La verdad es que estoy rayando en una colosal hipocresía. Estoy escribiendo estas palabras en la mesa de mi comedor en casa, un lugar al que recurro cuando mi capacidad de atención de mosquito hace que sea difícil concentrarme en la oficina.

Por lo tanto, me inclino a creer en los resultados de las investigaciones que sugieren que teletrabajar puede aumentar la productividad. Y sé que hay muchas pruebas de que el trabajo flexible es una de las pocas cosas que una empresa puede hacer para ayudar a cerrar la brecha salarial de género.

En última instancia, trabajar desde casa no es tan malo ni tan brillante como a menudo lo describen. Como muchas otras cosas en la vida laboral moderna, para muchos de nosotros es simplemente inevitable.

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