Pilita Clark

La amabilidad en el trabajo rara vez se recompensa

Pilita Clark

Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 30 de diciembre de 2019 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Pilita Clark

Pilita Clark

“No vas a creer lo que me acaba de pasar”, dijo, y antes de que pudiera detenerlo, se lanzó a contarme una historia peculiar sobre una maleta. Tenía una maleta bastante cara que ya no podía usar porque había perdido una rueda. Había encontrado una nueva rueda en Internet, pero no tenía las herramientas para instalarla. Finalmente, encontró una tienda que podía hacerlo, si no le importaba esperar 20 minutos, así que se dirigió a un pub cercano donde se le ocurrió un horrible pensamiento: en su entusiasmo por haber encontrado un sitio que podía arreglar la maleta, se le había olvidado preguntar cuánto costaría.

Imagen foto_00000002

Preparado para que le cobraran una suma abrumadora, regresó y le dijeron algo que no se escucha todos los días en el centro de Londres: sin cargo. “Sólo contribuye lo que quieras allí”, dijo el hombre en el mostrador, señalando un contenedor para recaudar dinero para una organización caritativa contra el cáncer colocado junto a la caja registradora. Resultó que la organización había cuidado al difunto padre del propietario y, como resultado, a menudo se les pedía a los clientes que donaran en lugar de pagar por trabajos pequeños. De hecho, el negocio recaudaba alrededor de 2 mil libras al año para la organización.

Escuchar el relato de mi colega acerca de ese pequeño acto de generosidad en esta época del año me recordó que la amabilidad en los negocios es extrañamente complicada. Nos deleitamos a nivel personal, pero no estamos seguros de que sea una buena cualidad o incluso si es necesaria en el trabajo. Si estuviéramos más seguros, el sicólogo de negocios, Tomas Chamorro-Premuzic, habría tenido dificultades para escribir uno de los libros de negocios más populares de 2019: “¿Por qué tantos hombres incompetentes se convierten en líderes?” El libro es una guía para entender a los narcisistas demasiado confiados e imprudentes que a menudo terminan a cargo.

¿Estamos programados para preferir el carisma a la humildad y la amabilidad? ¿O estamos entrando en una era de crecientes demandas para un mejor comportamiento comercial en el que triunfarán los líderes modestos? La investigación ciertamente parece clara: los jefes humildes y modestos estimulan una mayor colaboración, lo que a menudo mejora el rendimiento de la empresa a largo plazo. Sin embargo, me temo que encontrar una versión efectiva de ese líder o gerente puede ser complicado.

Hace muchos años, tenía un trabajo que involucraba estresantes períodos de edición y períodos de aburrimiento intenso. Para pasar el tiempo, mis colegas y yo de vez en cuando recurríamos a chismear sobre quién era la persona más atractiva en la oficina. Descubrimos que esto era divertido, pero un día alguien sugirió que probáramos una nueva pregunta: si Jesús estuviera trabajando entre nosotros, ¿quién sería esa persona?

Nos miramos el uno al otro con la mente en blanco. Algunos de nosotros intentamos buscar un candidato, pero finalmente acordamos que probablemente sólo había una persona que pudiera cumplir con ese papel. Gestionaba a un equipo de empleados de forma tan amable y considerada que había inspirado mucha lealtad. Siempre escuchaba las quejas de sus subordinados y se aseguraba de que los superiores se enteraran de sus éxitos. Nunca perdía los estribos. Trabajaba tan duro como cualquiera y muy a menudo aún más duro.

De hecho, nada de esto impidió que lo promovieran, ni ha impedido el ascenso de otras personas parecidas con las que he trabajado desde entonces. Sin embargo, podría haber sucedido, porque este tipo de comportamiento normalmente no es recompensado y en ciertos círculos se considera como un atributo muy problemático: ser fatalmente aburrido. Todavía recuerdo cómo la escritora Sam Leith describió a la influyente agente literaria británica Deborah Rogers cuando murió en 2014. “Tenía la combinación inusual de ser muy amable sin ser aburrida o piadosa”, escribió en el Evening Standard. Si estabas interesado en chismear sobre escritores, “ella era la persona indicada”. Nunca conocí a Rogers, pero reconocí inmediatamente lo que Leith estaba diciendo. Conozco a gente amable y a gente emocionante y carismática, pero pocos que logran ser ambas cosas. Sin embargo, me gustaría pensar que esas personas sí existen.

Hace unos días en camino al trabajo, me detuve en Alba Luggage, el negocio familiar en Marylebone que arregló la maleta de mi colega. Danny Barkany, uno de los propietarios, parecía avergonzado cuando le pregunté sobre su política de no cobrar. “No creo que estemos siendo amables”, dijo, y agregó que no tenía sentido cobrar por trabajos que no cuestan casi nada. “Quizás soy un hombre de negocios muy malo”, agregó. “Pero no me importa”. No debería importarle. Alba Luggage lleva más de 40 años en operación y, si hay justicia, continuará por 40 más.

Lo más leído