Pilita Clark

En este momento la familia debe ser la prioridad

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Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 13 de abril de 2020 a las 04:00 hrs.
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En el espacio de dos días la semana pasada, hablé con tres hombres de negocios que estaban lidiando con el mismo problema relacionado con el coronavirus.

Poco a poco, cada uno de ellos había podido tratar con inversionistas nerviosos, cada vez menos clientes o equipos remotos de colegas que estaban trabajando desde casa. Pero ninguno de ellos había podido resolver el problema de un grupo de individuos incorregibles que estaban complicando aún más la vida: los padres que se negaban a quedarse en casa.

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“Es increíble”, murmuró un gerente cuyo padre, de 80 años, vive solo en una ciudad distante e insiste en salir a comprar el periódico todos los días. “Simplemente no me escucha”.

Este hombre había estado en conversaciones tensas con sus hermanos de mediana edad tratando de decidir qué hacer. Muchos amigos en Londres han estado haciendo lo mismo.

Escuchar estos informes me está enloqueciendo. Mi madre, también de 80 años, ha ido al supermercado, a la oficina de correos y quién sabe a dónde más en su pequeño pueblo en Australia.

“Estoy siendo muy cuidadosa”, me dijo la otra noche en FaceTime, mientras yo hacía un gran esfuerzo para no gritarle: “¿No has oído hablar de entregas?”.

Este intercambio de roles generacionales es sólo uno de los cambios desatados por la crisis del coronavirus, y ciertamente no es el más grave. Todas las personas empleadas con las que hablé la semana pasada todavía tenían su trabajo.

Ninguno de esos individuos tenía que cuidar a niños pequeños a la vez que cuidaba a un padre. Y, como mi madre me recuerda constantemente, la preocupación es un camino de dos vías.

Sin embargo, la devastadora carga que esta pandemia está teniendo sobre los ancianos apenas se está comenzando a sentir. Los investigadores predicen que las personas mayores de 70 años representarán el 63% de las muertes de Covid-19 en un país como Australia, a pesar de que representan sólo el 11% de la población en la nación.

Estaba pensando en esos números el otro día cuando un amigo envió un video un poco grosero, pero bastante bien hecho por un comediante británico llamado Mitch Benn. Disfrazado como un reclutador en tiempos de guerra, les recordó a sus compatriotas encerrados que en su momento de crisis nacional se les pedía que se tiraran en el sofá y vieran Netflix.

La policía de Nueva Zelanda ha abordado este tema con admirable entusiasmo. En su página de Facebook ha publicado un aviso que dice que por primera vez en la historia “podemos salvar a la raza humana viendo la televisión y nada más. No arruinemos esto”.

Aplaudo ambos esfuerzos. Son divertidos y bien intencionados y espero que sean efectivos. Sin embargo, la verdad es que se nos está pidiendo que hagamos mucho más que relajarnos en casa en pijama.

A los abuelos, que son muy conscientes de su tiempo limitado en el planeta, se les está pidiendo que se mantengan alejados de sus nietos durante un período de tiempo desconocido.

A las personas mayores que viven solas se les ha dicho que eviten los cafés y los juegos de golf que les han ofrecido años de compañía.

Personas de todas las edades están presenciando eventos que habrían sido inimaginables hace sólo unas pocas semanas.

Mientras escribo esto, mi calle de Londres ha estallado con el sonido casi medieval de personas asomadas por sus ventanas abiertas golpeando sus cacerolas para animar a los trabajadores de la salud que se interponen entre nosotros y el desastre.

Mientras tanto, los titulares que se desplazan por la pantalla del televisor muestran la asombrosa cantidad de personas que de repente se ha quedado sin trabajo en todo el mundo. En mi familia inmediata, tres personas perdieron sus empleos en sólo unos días el mes pasado. Otros están atemorizados y todos sabemos que podría ser mucho peor.

A medida que el caos de los viajes se extendió por todo el mundo hace dos semanas, un amigo que vive en el extranjero descubrió que su madre estaba hospitalizada en Londres por un problema no relacionado con Covid-19. No pudo regresar antes de que ella muriera.

Al mismo tiempo, otro amigo estaba tratando de ayudar a un hombre italiano que estaba varado en Perú justo cuando sus padres en Lombardía contrajeron Covid-19. Murieron con dos días de diferencia.

Esas historias son un recordatorio de algo que sospecho que muchos de nosotros estamos redescubriendo. Por obstinados, enloquecedores y difíciles que sean nuestros padres, el tiempo que tenemos con ellos nunca debe darse por sentado.

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