Padre Hugo Tagle

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Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle P

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 5 de diciembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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Lamentables las prioridades fijadas por el gobierno en materia de proyectos de ley. Reforma constitucional, aborto y, en un tercer y frágil lugar, educación. A una suerte de patio trasero fueron relegados seguridad, salud, pensiones, trabajo y productividad.

Entiendo que es necesario un marco de convivencia donde todos nos sentamos cómodos. Pero hay temas de la agenda pública que, a todas luces, ameritan mayor atención. Y la búsqueda obsesiva y enfermiza de la despenalización del aborto -legalización, la verdad, ya que se busca legitimar una conducta que es de suyo ilícita- resulta hoy por hoy una suerte de cortina de humo ante los graves problemas que nos aquejan. El desempleo, el trabajo informal, la seguridad y delincuencia, la mantención de los hogares de menores, educación primaria y un largo etcétera, están en primerísimo lugar.

No hay ninguna necesidad de un nuevo marco regulatorio para los casos que busca abordar la ley de aborto. Es y será un crimen, cualquiera sea la decisión que se tome. La opinión pública, así lo muestran los últimos sondeos, se da cuenta cada vez más que se trata de un crimen la interrupción voluntaria del embarazo. Los tres casos alegados -malformación del feto, peligro para la vida de la madre, violación- no requieren de una agresión voluntaria que elimine la vida que está por nacer.

La praxis médica tiene ya una gran experiencia y protocolos en los casos de peligro para la vida de la madre. En un embarazo riesgoso se buscará salvar la vida de ambos, dando prioridad a la madre. Otra cosa es que, como consecuencia de esa intervención, muera involuntariamente el niño. Ahí no nos encontramos con un aborto sino con un efecto no querido, involuntario, de un procedimiento que buscó conscientemente salvar ambas vidas. Hoy, con los adelantos médicos, es la norma general y no la excepción.

El aborto en caso de la inviabilidad fetal resulta particularmente cruel. ¿Quiénes somos nosotros para decidir quién vive y quién no? Son miles los casos en que se diagnosticó inviabilidad y finalmente nacieron personas que hoy están vivas y felices. Algunas nacieron efectivamente con alguna malformación, pero han logrado salir adelante gracias a la ayuda de otros y de la sociedad en su conjunto.

Y en el embarazo como consecuencia de una violación, no es el remedio el aborto. No se castiga un crimen con otro crimen. Debemos apoyar a las mujeres que han sufrido algo así y no castigarlas más con una nueva experiencia traumática. Que el Adviento nos regale sabiduría. La necesitamos.

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