Padre Hugo Tagle

El oboe de Gabriel

Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 13 de julio de 2020 a las 04:00 hrs.
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Pude escuchar a Ennio Morricone hace doce años, en su presentación en Chile. Comenzó y cerró el espectáculo con su conmovedor “Ave María guaraní”, parte de la banda musical de la película La Misión, nominada al Oscar.

La verdad, su música se asemeja mucho al lenguaje de Dios: sencilla, directa, al corazón. Si hay música en el cielo, tiene que sonar así. ¿Y cómo hablar hoy de música, en medio de la pandemia? Complejo. ¡Son tantas las urgencias!, me dirá usted. Y con justa razón. El futuro pinta para café oscuro. Comprensibles la desolación y perplejidad. Se requerirá mucha inteligencia, tenacidad, buenas ideas para levantar cabeza, recuperar la economía y crear empleo. Un trabajo titánico.

Por lo mismo, no podemos olvidar el arte. Ni la música. Y la muerte de Morricone nos recuerda hacer un alto en el agobio, calmar los ánimos y desde allí, buscar armonía y equilibrio. En tiempos de incertidumbre y preocupante desánimo, no hay que desatender las necesidades del alma, para no desfallecer.

La música de Morricone es un buen antídoto contra el mal humor y pesimismo al que cedemos con facilidad. La música nos llena, alimenta y escribe en el espíritu de quien la contempla. Al cultivarla, se piensa mejor, se encuentra equilibrio y mesura. A más de un político antes de hablar, le recomendaría escuchar “El oboe de Gabriel” o el “Ave María guaraní”. Su actividad resultará más productiva, inteligente, fecunda y conciliadora.

Morricone demostró con maestría que lo sencillo es arte puro; de la esencia de la humanidad, donde lo accesorio, lo almibarado, sólo confunde, divide y tensa de manera artificiosa. Su música no es evasión, sino que encuentro con el ser humano real, su fragilidad y dependencia. Lo escuchamos así en Cinema Paradiso, otra película obligatoria en este tiempo difícil.

Detenerse es avanzar y calmarse es crecer. Se le atribuye a Napoleón el dicho: “Vísteme despacio, que tengo prisa”. No son los soberbios, los tentados de histeria, los sembradores de discordia, quienes al final son realmente fecundos, sino aquellos que cultivan la mesura, templanza, sabio y sano equilibrio.

El 16 de julio celebramos a la Virgen del Carmen, alma de Chile. Como en la buena música, un sano alto en el camino para contemplar su paz, sencillez y docilidad. Para recordar y acentuar lo que une y no lo que divide.

Morricone se despidió en un simple y conmovedor obituario. No quería molestar. Y con la misma simplicidad de su arte, recordó sus grandes amores: su mujer, María, sus hijos y amigos. Al final de la vida, lo esencial es lo que cuenta y permanece.

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