Padre Hugo Tagle

Cuaresma

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 15 de febrero de 2016 a las 04:00 hrs.
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El mundo cristiano comenzó el pasado miércoles el tiempo cuaresmal, cuarenta días acompañando a Jesús en el camino a su pasión, muerte y resurrección. Es una invitación a una mayor oración, a realizar obras de caridad, crecer en justicia, y a una conversión interior. No es una mera contemplación de ese misterio de fe desde la distancia, sino descubrirlo caminando entre los hombres, en los que sufren, ancianos, están solos, presos y enfermos; en los marginados, aquellos que, en las palabras del Papa Francisco, están en los "periferias existenciales" de la sociedad, que no pueden o no han sido admitidos a participar de las bondades de la sociedad moderna. No hay que buscar a Cristo muy lejos. Es en ellos donde lo encontramos vivo y presente.


El Papa Francisco invitó a un año jubilar de la misericordia. En ese marco, su mensaje cuaresmal acentúa este rasgo esencial de Dios Padre. Bajo el lema "Misericordia quiero y no sacrificio" (Mt 9,13) el Papa nos exhorta a vivirla.


"La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo", dice el Papa en su mensaje cuaresmal.


Nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en los pobres, los enfermos y presos, la carne de Jesús crucificado, recuperamos la conciencia de que somos también un pobre mendigo. "A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos", dice el Papa.


El Papa advierte ante la soberbia y cerrazón del corazón, el que no escucha ni ve -o no quiere ver- el llamado de Cristo que sufre en quien sufre a nuestro lado. Quien no ve a Cristo allí y no se siente cuestionado por él, solo se ha construido una caricatura adulcorada, un adormecedor de conciencia, una mera ilusión ajena al Cristo real que nos interpela y remece. Él nos invita a la felicidad plena que solo se encuentra con una conversión del corazón y un cambio de vida.

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