Pablo Ortúzar

Crear dos, tres... muchas Coaniquem Stores

Por: Pablo Ortúzar | Publicado: Viernes 12 de julio de 2019 a las 04:00 hrs.
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Una de las mejores noticias de los últimos años para el mundo de la sociedad civil ha sido la importación, por parte de Coniquem, del modelo de tiendas vinculadas a instituciones de caridad que resultan ubicuas en el Reino Unido (donde les dicen “charities”). Sin nada que envidiarle a sus pares del viejo mundo, los locales de “Coaniquem Store” ofrecen desde ropa hasta libros, pasando por joyas, muebles y electrodomésticos. Todo donado, todo a excelentes precios. Parte del equipo que trabaja en cada local es voluntario, y las ganancias recaudadas van a ayudar a los niños quemados. Se trata, así, de instituciones virtuosas, donde todos ganan.

Pero los beneficios de este tipo de tiendas van más allá de ofrecer bienes baratos para ayudar a quienes más lo necesitan. El modo de vida actual hace que las personas vivan en espacios cada vez más pequeños, compren bienes de consumo en grandes cantidades y cambien cada vez más de residencia (y de trabajo). Esto significa que mucho de lo que tenemos, aunque lo hayamos necesitado durante algún período, se vuelve rápidamente un estorbo. Las tiendas como las inauguradas por Coaniquem operan como una especie de bodega pública y colaborativa, donde los bienes que ya no se usan pueden ser dejados para utilidad de otros, al tiempo que pueden adquirirse nuevas cosas que sean temporalmente necesarias.

Pongamos un ejemplo: en Inglaterra, si alguien se cambia de casa desde Londres a Glasgow, puede donar la mayor parte de sus cosas de casa a las “charities” que le queden cerca, sabiendo que al llegar a Glasgow podrá adquirir bienes similares a muy bajo precio en las mismas instituciones. Así, buena parte de los dolores de cabeza de la mudanza desaparecen, y uno sólo se traslada con los objetos insustituibles. Del mismo modo, en los barrios donde hay mucha rotación de estudiantes universitarios, lo normal, al llegar, es adquirir buena parte de lo necesario en estas tiendas, y luego donarlo de vuelta antes de irse.

Que el número de este tipo de instituciones crezca a lo largo de Chile y dentro de las ciudades, entonces, sólo aumenta su eficacia. Y es algo que deberíamos tratar de promover, como sociedad, con todos los medios legales a mano. En el futuro no sólo Coaniquem debería tener su red de tiendas, sino muchas otras fundaciones. La experiencia inglesa muestra que, lejos de hacerse daño entre sí, su proliferación revive los barrios comerciales. Además, a la venta de cosas usadas luego pueden sumar la de bienes producidos bajo el modelo de “comercio justo”, beneficiando a los pequeños productores y artesanos del país.

Por último, una buena ayuda a estas instituciones es que las empresas premien, a la hora de contratar, a las personas que hayan pasado como voluntarios por ellas. Para muchos en Inglaterra esa es su primera experiencia laboral, entrando en contacto, así, con la realidad de quienes necesitan la ayuda de la fundación que sostiene la tienda. Algo que, en tiempos de egoísmo y apatía, hace bien, muy bien.

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