Luis Larraín

Reforma tributaria encubierta

Luis Larraín director ejecutivo Libertad y desarrollo

Por: Luis Larraín | Publicado: Jueves 11 de agosto de 2016 a las 04:00 hrs.
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Luis Larraín

No era fácil la tarea del gobierno al plantear las bases de su reforma previsional. Debía responder a un diagnóstico falso del funcionamiento del sistema de pensiones sin destruirlo totalmente, pues sería un descalabro tal para la economía chilena que ni siquiera este gobierno y en particular su Ministro de Hacienda estaban dispuestos a ello.

El gobierno sabía que éste era un sistema mixto desde sus inicios en 1980, aunque asegura haber introducido el Pilar Solidario hace algunos años; sabía también que, pese a las afirmaciones de los activistas de No+ AFP, nunca en 35 años nadie se ha robado un peso y que por el contrario por cada peso que han puesto los trabajadores las AFP han abonado otros dos a sus cuentas; tenía claro que volver a un sistema de reparto es inviable sin expropiar las cuentas individuales de los trabajadores; y sabía, por último, que no tenía recursos para aumentar la Pensión Básica Solidaria y el Aporte Previsional Solidario, para responder al clamor tras la protesta ciudadana para aumentar el valor de las pensiones.

¿Qué hacer entonces? Recurrir a la impostura, eso que se le da tan bien.

Así es como tenemos esta reforma que agrega una cotización de 5% de la remuneración que iría a un Fondo Solidario, cuyo destino no es completamente claro, aunque se dice contribuirá a financiar pensiones de actuales y futuros pensionados.

Como cualquier persona con estudios básicos de economía sabe, que la cotización sea de cargo de la empresa o del trabajador da lo mismo en el largo plazo. Pero todos los políticos mienten al respecto y prefieren que nominalmente sea de cargo de la empresa. En definitiva es un impuesto al trabajo cuya carga (incidencia de los impuestos en jerga técnica) será soportada por ambas partes en proporciones que dependen de las características de la oferta y demanda de trabajo en un sector determinado. En concreto, lo que tenemos es un nuevo impuesto al trabajo, de gran magnitud (más de 1% del PIB), que financiará la mejoría de pensiones en los próximos diez años y se viene a sumar al impuestazo del 3% del PIB que tiene a la economía chilena donde está. Es la forma más ineficiente de financiar un beneficio, pues desincentiva el empleo, pero la manera más encubierta de hacerlo, lo que resulta cómodo al gobierno.

Si bien el Pilar Solidario ya existía, lo que hacía nuestro sistema mixto, esta reforma introduce un cambio cualitativo que le imprime definitivamente un carácter de reparto. Veamos por qué:

En régimen, un tercio de la cotización del trabajador no irá a financiar su propia pensión sino a un Fondo Solidario cuyo destino será decidido por los políticos. Eso, por supuesto, desincentiva el ahorro y perjudicará especialmente el nivel de las pensiones de los sectores medios, que es donde está la mayor brecha de expectativas actualmente. En otras palabras, el gobierno está sacando las castañas con la mano del gato y el diseño de su reforma reemplaza su menguada capacidad de financiar un mejoramiento de las pensiones con un aumento de impuestos. El modelo de la gratuidad en educación superior empieza a imponerse.

La gradualidad en la aplicación del impuesto permite atenuar sus efectos sobre la economía pero introduce una tentación difícil de resistir para cualquier gobierno: ir reemplazando el aporte fiscal a las pensiones por más impuesto al trabajo. En otras palabras, en ausencia de esta nueva cotización de 5% muy probablemente la “realpolitik” habría exigido un aporte fiscal mayor al que definitivamente habrá.

El sistema de pensiones chileno innovaba en cuanto incentivaba a las personas a ahorrar para tener una mejor pensión. Ese ahorro tenía un premio. Ya la reforma anterior de Bachelet había rebajado ese premio, trasladándolo a los que no cotizaban al modificar el Pilar Solidario. Esta nueva reforma vuelve a dar un paso en esa dirección, lesionando los incentivos al ahorro e introduciendo esta vez derechamente un componente de reparto.

Es un daño gradual, pero importante, a un componente del modelo que ha dado los mayores grados de prosperidad a los chilenos en su historia. Ya habrá oportunidad de comentar más al respecto conociendo la evolución de esta propuesta.

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