José Manuel Silva

El año en que viviremos en peligro

Director de Inversiones LarrainVial Asset Management

Por: José Manuel Silva | Publicado: Miércoles 16 de diciembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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José Manuel Silva

En estas columnas hemos insistido que nuestra región enfrenta un escenario complejo durante los próximos años, en especial en 2016. Advertimos que el crecimiento de China ya no se sustentará en inversiones de infraestructura masivas, como en el período 2000-2010. Que su demanda habitacional llegó a un máximo por temas demográficos. Lo anterior redundará en caídas en el consumo de acero/hierro, de carbón y eventualmente de cobre. A ello se agrega un shock de oferta en el mercado del petróleo que debilita considerablemente el poder de la OPEP. El precio de la energía seguirá bajo.

Los términos de intercambio de Latinoamérica se seguirán deteriorando, justo en un momento de mayor sequía en el flujo de capitales a la región. Para muchos países/empresas se hará difícil repagar sus deudas. Las monedas regionales seguirán presionadas y es probable que en los próximos trimestres se sigan devaluando, en especial el real, el peso colombiano y el sol peruano. El peso chileno también seguirá bajo presión. Las depreciaciones impulsarán los IPC por sobre los rangos metas y los bancos centrales se verán obligados a subir las tasas. Los gobiernos no contarán con la bonanza de las materias primas para abultar sus ingresos, lo que redundará en finanzas públicas deterioradas.

El principal país de nuestra región, Brasil, se enfrenta en este contexto a su mayor depresión económica en 40 años y a su mayor crisis institucional desde la vuelta a la democracia. Los analistas globales ya se percataron que la crisis brasilera es mucho más profunda que un mero deterioro en términos de intercambio. Ya han puesto en su mira a un país que al volver a la democracia lo hizo con un sistema constitucional que garantiza derechos sociales no financiados por productividad y que como consecuencia de lo anterior se ha convertido en un estado clientelista en donde el gasto social ha subido medio punto del PIB cada año en los últimos 35 años. Brasil es el talón de Aquiles de América Latina y eventualmente de los mercados emergentes.

El ajuste en los mercados emergentes redundará en un menor crecimiento mundial, dado que éstos ya representan el mayor bloque económico del mundo. En los últimos 20 años hemos asistido a la madre de las redistribuciones de ingreso, desde el mundo desarrollado a aquel en desarrollo. Cientos de millones de ciudadanos de Asia, América Latina y África consumen por primera vez autos, electricidad o marcas gracias a la denostada globalización. Hoy su consumo se hará más lento, justo en un momento en que la implosión demográfica y el desfinanciamiento de los sistemas de pensiones de reparto, hace que los consumidores del mundo desarrollado sean más cautelosos con sus billeteras.

Sin nuevos ajustes estructurales, la economía global crecerá menos y enfrentará un período de menor crecimiento potencial, marcado por el excesivo sobreendeudamiento del mundo occidental y un anémico crecimiento demográfico. Este mundo de bajos retornos, poca inflación y bajo crecimiento, es más inestable tanto económica como geopolíticamente.

En este contexto desafiante, la izquierda chilena, la chavista y la democrática, han embarcado al país en una aventura reformista/constitucional. Chile ha vivido los mejores treinta años de su historia económica, un pilar sólido para enfrentar una alicaída situación regional y global. Sin embargo, la obsesión igualitaria, ya ha minado al mejor sistema tributario de la región, al mejor sistema educacional regional y está por destruir el mercado laboral que mejor funciona (el con menor empleo informal). Ahora se inicia una larga, compleja y para la mayoría inentendible discusión constitucional que todos sabemos dónde comienza pero nadie se atreve siquiera a pensar cómo termina. La constitución, que hoy lleva la firma de Ricardo Lagos, ha garantizado un país en paz, con libertades ciudadanas crecientes, con empleos que le han dado a la mayoría de los chilenos más y mejores salarios y una inflación controlada por un banco central independiente. Hasta ahora la ruta del cambio había sido la gradualidad negociada, el ensayo y error. Los países que optaron por otras rutas están en graves crisis. Es por ello que el éxito de Macri en Argentina y la oposición venezolana tendrán una influencia en Chile que pocos sospechan. Prendamos velitas.

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