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Hongo

Padre Raúl Hasbún

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Hongo, también callampa, es expresión despectiva, reconocida en el diccionario popular como sinónimo de algo que vale nada, carente de toda importancia, objeto del que cualquiera puede usar y abusar impunemente. Antes se decía: “me importa un comino”, o “me importa un pucho”. Pero las propiedades medicinales y saborizantes del comino, y los altos precios actuales del cigarrillo han despojado, a estas minusvalías, de su actualidad y vigencia.

También la sociedad solía valorar el bien vestir, el bien comer y el bien hablar. Hoy prevalece el vestir en apariencia casual, incluidos los orificios y roturas. Se tiende a comer cualquier cosa, a cualquier hora, de cualquier manera. Y los antiguos y venerados Crisóstomos (Boca de Oro) ceden el lugar a los eximios cultores de la Coprolalia (echar excremento por la boca).

De esta depreciación de valores altamente cotizados no podía escapar un bien muy sutil, menos vistoso que el vestir, comer y hablar, pero tanto o más necesario que ellos para bien vivir, o simplemente vivir: la honra.

La honra es como la tarjeta de crédito. Su titular la exhibe y usa como garantía de que posee un patrimonio suficiente para respaldar lo que compra, promete o avala. Crédito deriva de creer. Al tarjetahabiente le creen cuando asegura tener respaldo suficiente para que le entreguen la cosa antes de pagarla en efectivo y en su totalidad. El dueño del antiguo almacén de la esquina anotaba en una libreta las cosas que fiaba a sus compradores, con la creencia o esperanza de que pagarían después. La cruda insolvencia de sus parroquianos le obligó a colgar un letrero: “Hoy no se fía. Mañana sí”. Pero el letrero colgaba inamovible.

Hoy no se fía. No se le cree, no se le da crédito a nadie. Con excepción de aquellos que denuncian clamorosamente ser víctimas de un hecho deleznable. La sola publicación de su denuncia los convierte en favoritos de algún medio de comunicación y les asegura permanecer como trending topic en redes sociales. No es necesario investigar, comprobar, contrainterrogar, formalizar, enjuiciar. Inútil será apelar. El veredicto ya está pronunciado y pasó a cosa juzgada. La masa vociferante del Circo Romano ya obligó al César a decretar, pulgar abajo, la muerte cruenta del denunciado. En los tribunales populares no se da espacio para pensar con autonomía y racionalidad. Con gritar repetidamente “¡Barrabás!” se obtiene la condena de Jesús. La masa vociferante es infalible.

Abundan Constituciones y Códigos que pretenden garantizar el derecho a la honra. No funcionan. La honra, hoy, vale hongo. Pero la honra, indispensable para la vida, vale más que la vida: muchos cometen suicidio al sentir destruida su honra.

Si la honra vale más que la vida, y la honra vale hongo, saque usted las consecuencias sobre el valor de la vida. Y defienda toda honra.

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