Guillermo Tagle

Un nuevo estándar de correcciónD

Por: Guillermo Tagle | Publicado: Viernes 20 de noviembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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¿Estamos viviendo un crisis de valores? ¿Habremos confundido el sentido de lo que es correcto e incorrecto? Episodios cada vez más complejos de malas prácticas en el mundo empresarial generan desconfianza y hacen que la sociedad deje de creer y valorar el aporte de las empresas al crecimiento y progreso de Chile.

Por muchos años, hemos tenido fama de ser el país más correcto de América Latina, el que tiene menor corrupción, mayor respeto por la institucionalidad y las reglas, mejores estándares de comportamiento ético. Hasta poco tiempo atrás no había dudas: teníamos un reconocimiento generalizado tanto en nuestra propia ciudadanía como también en el contexto internacional de que Chile era un país con un estándar de corrección muy bueno y superior al de muchos países comparables.

Los hechos de malas prácticas que hemos venido conociendo, ocurridos en Chile en los últimos años, han incluido acusaciones de manipulación de los mercados bursátiles, estafas financieras, financiamiento de la política eludiendo pagos de impuestos, uso de información privilegiada y el más llamativo recientemente, colusión de precios, siendo el caso del papel higiénico el más visible y de mayor impacto. A la proliferación de nuevos casos y acusaciones tenemos que sumar el hecho de que hoy vivimos con información inmediata y transparencia total, por lo cual estos casos de malas prácticas –por cierto condenables- son de inmediata y total difusión, haciendo que la pérdida de confianza sea también masiva y de alto impacto.

Muchos se preguntan si era cierto que nuestro país era más correcto que sus comparables, si era efectivo que Chile era un país con muy poca corrupción. ¿Es cierto que tenemos estándares de conducta más correctos que otros? O aquello era una simple ilusión y además de tener que aceptar el desencanto que implica descubrir que no éramos tan buenos, ¿tendremos que construir barreras y regulaciones de todo tipo para protegernos de quienes olvidan que no deben abusar del prójimo, ni tampoco quedarse con lo que no les corresponde?

Para no quedarnos sólo en lamentaciones y condenas públicas, para lo cual la institucionalidad vigente está haciendo un buen trabajo, es relevante analizar los acontecimientos con perspectiva de futuro para darnos cuenta que en este proceso de reconocer, denunciar y buscar justicia para los infractores, estamos también en forma explícita y directa, construyendo una sociedad más justa, un sistema en que podremos confiar aún más (que en el pasado) en el derecho a actuar con libertad. Porque en el estándar de transparencia y escrutinio público con el que se vivirá en nuestra sociedad del futuro, los infractores serán cada vez menos. Empresarios, políticos y el público en general, habrán universalmente aprendido que usar información privilegiada en operaciones financieras es un delito, que meter facturas o boletas que no corresponden al giro de una empresa es un fraude fiscal, que convenir con la competencia respecto de precios, cuotas o estrategias de venta, es una confabulación para apropiarse de lo indebido. Que ser político y aceptar financiamiento de fuentes que no sean públicamente declaradas y reconocidas genera un conflicto de interés y una pérdida de confianza de parte de los electores. Que usar las influencias que provee una posición de poder, un cargo público, para obtener beneficios personales, es un abuso y también una expropiación indebida del prójimo. Entre las lecciones más fuertes y relevantes que sacaremos de las dificultades que estamos viviendo es que en un mundo con comunicación masiva e instantánea, la pérdida de reputación es -además de instantánea- dolorosa y lapidaria. Justa o injustamente quienes se han visto envueltos en denuncias de malas prácticas, han sido juzgados, castigados, despreciados y “lapidados on line”, incluso antes de que la justicia pueda haber cerrado sus procesos y llegado a conclusiones.

Estamos construyendo un nuevo estándar de corrección para Chile. Si superamos la dificultad, la desconfianza y la tensión política y social que esta situación ha generado, habremos construido y logrado para Chile una sociedad que seguirá siendo líder en corrección, equidad y ética social. Para lograrlo, debemos ser capaces de aprender de las lecciones que nos dejan los casos que han sido descubiertos y denunciados, no olvidarnos jamás de la fragilidad y delicado de cada logro, que en fracción de segundos, un error, una mala práctica, un “caer en tentación”, puede pulverizar los sueños de muchos y de toda una vida.

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