Guillermo Tagle

Chile en llamas

Por: Guillermo Tagle | Publicado: Martes 24 de enero de 2017 a las 04:00 hrs.
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Es difícil imaginar escenas más dolorosas que las que hemos visto estos días. El fuego descontrolado, devorando todo lo que encuentra a su paso, sin barreras, sin capacidad alguna de contención por parte de quienes tratan de combatirlo. ¿Es posible que sea una lamentable coincidencia?, ¿puede ocurrir que tantos incendios ocurran simultáneamente?, ¿que todo sea fruto de las condiciones climáticas? Es difícil de creer.

Ya a inicios de noviembre, cuando estábamos lejos de que se iniciaran los calores del verano, empezaron a ocurrir incendios en varios lugares simultáneos, en los alrededores de Santiago y Valparaíso. En una misma semana tuvimos incendios en San Bernardo, Renca, Chicureo y Cerro Calán. Fue una primera alerta de que algo extraño podía suceder. La historia que sigue ya la conocemos y su epílogo aún no lo conocemos. El fuego ha devorado el Chile central y ya van varias regiones con un estimado de zonas afectadas que supera las 100 mil hectáreas.

El daño humano, social y económico es de dimensiones inconmensurables. En este tipo de eventos, que claramente tienen responsables, vemos la fragilidad de nuestro sistema de vida. Que fácil es destruir lo que ha costado años construir. Es evidente que como sociedad somos vulnerables a la acción de delincuentes, terroristas, anarquistas, que quieren causar problemas, que piensan que para construir utopías, hay que destruir lo que tenemos.

Puede ser aventurado dar por supuesto que en la catástrofe que nos está tocando vivir, no hay sólo causas naturales, si no la acción interesada y calculada de individuos con intenciones claras de destruir. Pero la evidencia de lo que estamos viviendo es demasiado clara. Sería ingenuo pensar que no hay acción humana mal intencionada detrás de esta tragedia. Frente a esto, se hace necesario redoblar los esfuerzos por proteger la naturaleza, por cuidar la tierra que Dios nos ha regalado y que algunos están dispuestos a destruir con tal de imponer sus ideologías.

Se hace indispensable una acción conjunta de toda la sociedad, de las instituciones diseñadas para estos fines, de las empresas que pueden aportar recursos para la defensa y cuidado del medio ambiente y de cada una de las personas que pueden colaborar en la solución de esta tragedia, o que pueden ayudar a prevenirlas en el futuro.

Miles de héroes anónimos han estado trabajando estos días para ayudar en la solución. Son muchos más los que están dispuestos a dar su vida por salvar la de otros, por ayudar a quienes lo han perdido todo, que aquellos que buscan destruir y quebrar nuestro medioambiente y nuestra sociedad. Eso es una señal de esperanza. Pero también es cierto que las armas y las herramientas de quienes buscan hacer el mal son demasiado efectivas. Basta con encender un fósforo en el lugar adecuado, algo similar a los terroristas que pueden poner una bomba en un lugar densamente poblado o incluso gestionar un sabotaje tecnológico que haga colapsar nuestra forma de vida.

Como sociedad, como Estado, como mundo empresarial, tenemos que diseñar estructuras, fortalecer las instituciones, destinar recursos, para proteger lo que hemos construido. Esto es de urgencia total, porque nos quedan meses de calor por delante, y muchas zonas hermosas del sur de Chile, cuando se incrementen las temperaturas y las verdes praderas se empiecen a marchitar, estarán a merced de situaciones que pueden ir desde un descuido hasta una acción concreta de terrorismo mal intencionado.

Para atacar con fuerza el problema que estamos viviendo, es indispensable reconocerlo y estar convencidos de que estamos frente a la acción premeditada de personas mal intencionadas. Mientras sigamos considerando que lo ocurrido no es más que la acción de la naturaleza, no actuaremos con la fuerza y decisión que este grave fenómeno requiere. Tenemos que evitar que se siga propagando el mal que puede hacer el fuego mal utilizado. Tenemos que tomar conciencia y aceptar que estamos luchando con quienes quieren hacer daño, de otra forma nunca actuaremos con la convicción que la gravedad de los hechos amerita.

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