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Generosidad para confiar en el Estado

Eduardo Vergara B. Director Ejecutivo de Chile 21

Por: Eduardo Vergara B. | Publicado: Viernes 21 de agosto de 2020 a las 04:00 hrs.
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Eduardo Vergara B.

Nada volverá a ser igual. Aunque el capital y el poder político lo quieran. A pesar del sufrimiento, la pandemia abrió la puerta para una serie de cambios necesarios que se hicieron más evidentes una vez que el país estalló socialmente junto con sus desigualdades. Las crisis traen oportunidades.

Lo que ha sucedido en estos 10 meses puso en tela de juicio la capacidad del Estado frente a las crisis profundas. Si durante el estallido de octubre y noviembre 2019 se vio sobrepasado por la violencia y el mal manejo del orden público, durante la pandemia demostró incapacidad de proteger a las personas con la rapidez y magnitud necesaria. Independiente de la evaluación que se pueda tener sobre la administración política de turno, quedó claro que el Estado no dio el ancho y el modelo económico y político que dio gobernabilidad a Chile por 30 años sufrió su último desgaste, entrando en etapa terminal.

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Esta constatación no debe ser usada como una amenaza para salvar lo insalvable, sino como una oportunidad para hacer mejor las cosas. Ya lo vimos con el retiro del 10% de los fondos previsionales. Los mismos que presagiaron una hecatombe económica y usaron el miedo para resistirse al cambio, hoy frente a la caída del 14% en la economía y el retroceso histórico en el PIB, reconocen que esta medida generó la oportunidad de mitigar la contracción económica que vive el país estimulando el consumo.

En este contexto de incertidumbres necesitamos un Estado que cuente con mayores y mejores capacidades de proteger y dar certezas. Que no solamente vele por la justicia, el respeto por el derecho y los acuerdos, sino que por sobre todo sus acciones otorguen sustentabilidad e igualdad para todos. Para que esto suceda se requieren capacidades y eficiencia en el gasto, pero por sobre todo recursos que hoy no están disponibles y que en gran parte dependen de la carga tributaria.

Mientras aquí dicha carga ronda el 21,3% del PIB, cobre incluido, la media en los países OCDE era del 34% cuando tenían un ingreso per cápita similar al nuestro. Para avanzar en serio, esta carga debe subir en al menos cinco puntos acompañada de mayor y mejor gasto público y sustentada en una serie de cambios al sistema tributario, que van desde impuestos a las herencias del patrimonio, un nuevo royalty a los principales recursos naturales y regulaciones razonables a las ganancias del capital financiero.

Pero mientras se avance en estas reformas, el capital debe maximizar la oportunidad para sumarse al nuevo Chile con acciones inmediatas, en vez de seguir intentando rescatar un modelo a la deriva. Una acción concreta es el apoyo al mal llamado impuesto a los “súper ricos”, que en realidad es un impuesto por la solidaridad. El FMI hace tiempo viene insistiendo que los gobiernos de todo el mundo impusieran nuevos impuestos sobre la riqueza para conseguir liquidez y realizar transferencias de efectivo a los más afectados. La iniciativa en sí es necesaria al menos por una sola vez, como mecanismo para generar mayores recursos para enfrentar la crisis, ofrecer un salvataje real para miles de familias y estimular la economía. Pero además, es un acto que permite que las mayores fortunas envíen una señal de confianza en el Estado, colaborando en el re diseño de una economía más justa y sostenible.

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