Fernando Barros

Precedente previsional

Fernando Barros Tocornal Abogado, Consejero de SOFOFA

Por: Fernando Barros | Publicado: Martes 30 de octubre de 2018 a las 04:00 hrs.
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El anuncio de reforma al sistema previsional basado en la capitalización individual llega luego de una intensa presión que ha buscado desacreditarlo sobre la base de que no estaría generando las pensiones que prometió, que las AFP tendrían utilidades excesivas y, también, por cuanto no se basa en la solidaridad.

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El sistema chileno ha sido destacado como uno de los 10 mejores en el mundo y representa la anticipación visionaria de nuestro país a la crisis generalizada de los modelos de reparto, y de otros que dieron lugar a discriminaciones odiosas y permitieron a los grupos de poder apropiarse de los aportes de trabajadores y empleadores para utilizarlos con fines electorales. Ello, amén de que el denominado sistema solidario llevó a muchas economías asistencialistas a las peores crisis de la historia moderna, asfixiando a las empresas y trabajadores con contribuciones cada vez mayores, para cubrir los compromisos de un sistema que pareció un esquema Ponzi.

Tras casi cuatro décadas, millones de afiliados ven sus ahorros crecer obteniendo retornos excepcionales en la AFP de su elección, recursos que han sido pilar fundamental del mercado de capitales; eso hizo posibles emprendimientos e importantes inversiones que explican la superación de la pobreza y que estemos pronto a ser un país desarrollado.

Y a diferencia de naciones en crisis por sus sistemas previsionales, la situación de nuestro país es la contraria. Dejando de lado las lagunas por cesantía y también por la falta de esfuerzo para la continuidad del ahorro —que dan lugar a un insuficiente capital acumulado—, una de las principales razones del por qué la pensión a la que se accede no sustituye adecuadamente la remuneración del período activo obedece a que la tasa de ahorro obligatorio, del 10% de la remuneración, si bien podría ser suficiente cuando se previó en un escenario de remuneraciones planas, no lo es cuando éstas y la economía del país han experimentado un crecimiento real constante por décadas.

Así, la única forma de que la pensión sea similar a los últimos salarios de la vida activa, dado el incremento de la expectativa de vida, es un mayor capital ahorrado y para ello, necesariamente, la cotización debe superar el 10% actual y que se prolongue la vida laboral más allá de los 65 años de los hombres, y de los discriminatorios 60 años para las mujeres. O, como siempre, que en todo o en parte el faltante lo cubra Moya.

El proyecto del gobierno busca reforzar fuertemente el apoyo a los menos favorecidos vía el mejoramiento del Pilar Solidario, nuevos subsidios y promoción al ahorro. Lo anterior con un aporte de US$ 3.500 millones fiscales para beneficios y el estímulo a la postergación del retiro laboral. Se fomenta el incremento de la competencia, a fin de disminuir los costos de comisiones, y se mantienen sin variación el ahorro y la edad de jubilación obligatorios, sustituyendo esto por imposiciones que tendrá que pagar el empleador de 4,0% para la cuenta individual y 0,2% para un seguro de dependencia severa, gastos que se agregan al 0,1% de la iniciativa de sala cuna, con el consiguiente mayor costo laboral y creciente pérdida de la competitividad local.

La historia demuestra que estas cargas, inicialmente acotadas y explicables, rompen la estructura del sistema y generan el riesgo de incrementos sucesivos, determinados por un mundo político que cada día más ve al emprendimiento y la empresa como fuentes inagotables de obtención de recursos, olvidando el peligro de no estimular a todos los actores de la economía en un mundo global.

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