Axel Kaiser

Revoluciones

Es notable la ingenuidad de los occidentales. La mayoría ve las revueltas en países del Medio Oriente como expresiones de libertad...

Por: Axel Kaiser | Publicado: Jueves 24 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
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Es notable la ingenuidad de los occidentales. La mayoría ve las revueltas en países del Medio Oriente como expresiones de libertad, como un súbito despertar democrático que habrá de poner fin a los abusos y atropellos de un puñado de dictadores corruptos. 


La verdad, sin embargo, es que a las poblaciones de esos países no les interesa mayormente la democracia. Esta no forma parte de su cultura ni de su historia. La razón por la que estas personas salen a protestar arriesgando sus vidas es una de carácter mucho menos idealista: la economía. Y es que todos esos países tienen como denominador común miserables índices de bienestar material. Dictadura o no, eso es lo que la gente quiere. 
¿Acaso existe un solo pueblo que no preferiría a un dictador que le asegurara prosperidad antes que a un demócrata que lo mantuviera en la miseria? Alguien podría preguntar por qué entonces las masas no salieron antes a protestar. 
Lo que pasa es que hoy se agrega un nuevo factor: el alza de los alimentos y combustibles. Esta es el directo resultado de la inflación creada por los bancos centrales del mundo, especialmente por la Reserva Federal. 
Así, indirectamente, la Fed es al menos en parte la causante de la inestabilidad que empieza a esparcirse en los países en vías de desarrollo. Inestabilidad que de a poco comienza también en América Latina, siendo Bolivia la primera víctima. En ese país, donde se suma la destrucción que el gobierno socialista de Morales ha hecho del aparato productivo, los precios de los alimentos ya no son abordables para la masa, al punto de que el azúcar ha desaparecido del mercado. 
No le quepa duda, estimado lector, de que esto está recién empezando en el mundo y que sólo un nuevo colapso económico, con la necesaria deflación que hasta hoy fatalmente se ha combatido, podrá ponerle fin. Y aunque a menor escala, gradualmente la inestabilidad se va a empezar a ver también en los países desarrollados. 
En Alemania, por ejemplo, según informa la revista Focus, la inflación de la canasta de bienes de uso diario de los alemanes acumula un alza de 7% en menos de un año. Por supuesto, como todos los gobiernos, el alemán manipula las estadísticas hacia la baja afirmando que el alza de precios apenas llega a un 1,9%, algo que no cree nadie. Y en Estados Unidos, en cuyo CPI (Consumer Price Index) sólo los ingenuos confían, la inflación real sería superior ya al 5%, según la National Inflation Association. 
El tema aún no es dramático en los países desarrollados porque las personas destinan un bajo porcentaje de sus ingresos al ítem alimentos. Pero de seguir así, no va a ser raro ver en el futuro a norteamericanos y alemanes saliendo a las calles a protestar por las alzas de precios, aunque no lleguen al extremo de hacer revoluciones. 
En cuanto a los demás países que hoy hacen noticia por sus revueltas, la historia enseña fundamentalmente dos lecciones: la primera, es que las revoluciones siempre derivan de un intolerable malestar entre la población, cuyo origen es esencialmente económico. La segunda es que, como advirtió Samuel Huntington, éstas no dan paso a democracias. 
Ahora cabe esperar para ver qué nuevos dictadores se harán del poder y rezar por que no sean peores que los anteriores.

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