Axel Kaiser

La centroderecha y los principios

Axel Kaiser Director ejecutivo Fundación para el Progreso

Por: Axel Kaiser | Publicado: Jueves 16 de agosto de 2018 a las 04:00 hrs.
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La obsesión por las encuestas y la ausencia de principios claros han llevado al gobierno de Piñera a tomar decisiones erróneas políticamente.

La primera fue decir que, básicamente, no tocará las reformas de Bachelet. Toda esa retórica durante el gobierno de la Nueva Mayoría según la cual iba a ser necesario, en palabras del actual Presidente, un gobierno de “reconstrucción nacional”, para después decir que no iba a haber reconstrucción. Con ello, el gobierno no sólo decepciona a su público, sino que además valida la cancha estatista que dibujó Bachelet a un costo altísimo para los chilenos.

Y en esto no hay que engañarse, porque no tener mayoría en las cámaras no impide promover una agenda de centroderecha que permita dejar marcados los puntos de fondo. De hecho, la oposición como obstructora de reformas imprescindibles para el país es lo que se requiere para justificar la imposibilidad del gobierno de arreglar la delincuencia, la economía, entre otros,  y es también la forma de acumular capital político para dar una buena pelea en la próxima elección.

Un segundo error ha sido la destitución del ministro de Educación, quien más allá de los percances comunicacionales, venía avanzando una agenda relevante en el área. La decisión fue sin duda motivada por una discusión pública histérica, dominada por la hipocresía, el efectismo y el sesgo ideológico de la mayoría de los periodistas. Este miedo del gobierno a las redes sociales ha llegado a tal punto, que incluso se rumoreó la salida del ministro de Economía sólo por formular un comentario polémico.

Por último, el gobierno jugó un deficiente papel en la situación del ministro de Cultura, al no asumir inmediatamente una postura de rechazo a la censura autoritaria de la izquierda que lo atacó, aun cuando su renuncia parecía inevitable. En lugar de ello, validó una inconsecuencia en las propias convicciones —la de no poder expresar críticas a la forma en cómo se tematizan los derechos humanos por parte de la izquierda— que sólo debilita al mismo gobierno, alimentando a quienes luego salieron a la caza del canciller.

Recién ahora, cuando el costo ya parece demasiado alto, el gobierno decidió recordar a cierta izquierda que no tenía credibilidad moral en materia de derechos humanos, ya que valida sistemáticamente dictaduras de su lado. Si hubiera estado dispuesto a defender principios, eso es lo primero que habría dicho. Nadie en la derecha hoy justifica las horribles violaciones a los derechos humanos cometidas durante el régimen de Pinochet, pero eso no significa que tenga que cedérsele la bandera de ellos a una izquierda que, partiendo por Bachelet, adora abiertamente a dictadores socialistas. Tampoco hay por qué negar la responsabilidad de la izquierda en el quiebre institucional, ni su proyecto totalitario marxista, el que también violó los derechos humanos, si creemos a los documentos de la época y a protagonistas como Eduardo Frei Montalva y Patricio Aylwin.

Así como la defensa de los derechos humanos debe ser transversal, condenando los atropellos de regímenes de izquierda y de derecha, hoy y en el pasado, la libertad de expresión para discutir sobre la forma en que se tematizan también debe serlo. Lamentablemente, varios en la misma derecha —partiendo por Evópoli— parecieron olvidar este principio de fondo, demostrando una vez más por qué, aunque ella esté en el gobierno, la agenda la pone la izquierda.

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