Axel Kaiser

¿Es necesaria la banca central?

Por: Axel Kaiser | Publicado: Martes 11 de febrero de 2014 a las 05:00 hrs.
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Una reciente editorial del Wall Street Journal ha evaluado el legado de Ben Bernanke de manera extremadamente crítica. Según el diario, Bernanke “fracasó” absolutamente en ver la burbuja antes de la crisis e incluso fue uno de los principales responsables de su creación al haber abogado por disminuciones de tasas en tiempos que la economía mostraba un claro dinamismo y evidentes síntomas de inflación de precios en inmuebles y commodities.

Respecto de sus actuaciones posteriores a la crisis, el WSJ sugiere que su reacción inicial merece el beneficio de la duda, advirtiendo a renglón seguido que todavía está por verse cuáles serán las consecuencias de las medidas híper expansivas de los últimos años. La discusión en torno al legado de Bernanke esconde un problema mucho más fundamental: el de si la banca central es necesaria o siquiera posible en el rol que se le atribuye.

Como sabemos, los bancos centrales lo que hacen es fijar o intervenir precios, específicamente el precio del dinero o del crédito. En un mercado libre, es decir, sin banca central, la tasa de interés sería definida por la oferta y demanda de ahorros existentes. Una mayor cantidad de ahorros haría disminuir la tasa de interés señalando que es un buen momento para endeudarse, pues la economía cuenta con recursos suficientes para financiar proyectos de inversión y/o un incremento del consumo.

Una escasez de ahorros haría subir la tasa de interés incentivando a la gente a consumir menos y guardar parte de su producción equilibrando de esa manera la relación entre consumo, ahorros e inversión. La misma lógica se aplica para toda clase de bienes en el mercado, cuyo precio se determina por la ley de oferta y demanda.

Friedrich Hayek predijo el colapso del socialismo precisamente por la imposibilidad de los planificadores centrales de calcular esos precios. Según Hayek, los precios son mecanismos de información altamente complejos que se forman de manera espontánea en el mercado de acuerdo a las variaciones de millones de factores que ninguna persona, por brillante que sea, puede conocer.

En otras palabras, la planificación central es imposible porque los planificadores no tienen ni pueden tener el conocimiento necesario para ejecutarla efectivamente. Si Hayek tiene razón, entonces no solo la fijación de precios de cosas como alimentos u otros bienes, sino también la fijación de una tasa de interés por la banca central son tareas imposibles que necesariamente deben crear distorsiones enormes en el mercado.

Un interesante estudio titulado Has the Fed been a failure? de los profesores Lawrence White, George Selgin y William Lastrapes, sobre el desempeño de la Fed desde su creación en 1913, parece confirmar esta hipótesis. El estudio concluyó lo siguiente: a) que luego de la creación de la Fed hubo mayor inestabilidad macroeconómica y monetaria que la que existía en las décadas previas; b) que la Fed ha “fracasado” categóricamente en mantener la estabilidad de precios a largo plazo poniendo fin a la era de estabilidad existente por más de un siglo antes de su creación; c) que en lugar de disminuir, los episodios de “deflación mala” aumentaron; d) que la volatilidad del desempleo y producción fue más alta después que antes de la Fed; e) que la Fed no redujo la periodicidad ni duración de las recesiones; y f) que la cantidad de pánicos bancarios aumentaron. En pocas palabras, la Fed, considerado por muchos el banco central más serio y exitoso del mundo, ha sido un fracaso, según el estudio citado.

La mejor alternativa, según White, es un sistema de banca libre con padrón oro. Este se autocorregiría según la oferta y demanda por dinero y ajustaría el interés de acuerdo a la interacción entre oferentes y demandantes de recursos. De este modo ya no serían planificadores los encargados de manejar el dinero sino el proceso impersonal y descentralizado del mercado. Esta idea hace aun más sentido si se considera que históricamente el mercado ha probado ser muy superior en la creación y asignación de cualquier recurso, incluido el dinero, que los órganos creados por el Estado con el mismo fin.

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