Axel Kaiser

Élites y movilidad social

Por: Axel Kaiser | Publicado: Martes 21 de enero de 2014 a las 05:00 hrs.
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Las recientes declaraciones de Nicolás Eyzaguirre tratando de idiotas a sus compañeros de colegio y acusándolos de haber llegado a donde están solo producto de la red de contactos que poseen, merecen algunas reflexiones.



Desde hace un tiempo a esta parte, se ha instalado en Chile la idea de que el país posee férreas élites que se auto reproducen excluyendo a todos los demás de las mejores posiciones en la sociedad. Se dice que el apellido y la cuna pesarían más que los “méritos” y que esa sería una de las causas centrales de la desigualdad, supuestamente hoy peor que nunca producto del modelo económico “neoliberal”. Interesantemente, esta idea parece ser más popular entre las mismas élites que en el resto de la población. Eyzaguirre ciertamente pertenece a la élite que critica. ¿Acaso no han jugado los contactos y el apellido ningún rol en la vida del ex ministro? Si aplicamos la teoría de los méritos hoy de moda, Eyzaguirre no merece haber llegado donde está, pues no fue su mérito el haber nacido en una familia acomodada, ni fue su mérito haber ido a uno de los mejores colegios de Chile y por tanto no fue su mérito el haber podido estudiar en Harvard, ni haber sido ministro, etc. Esta teoría meritocrática, que por lo visto el mismo Eyzaguirre promueve, raya en el absurdo.

De partida, en todos los países del mundo los contactos son un capital fundamental a todo nivel y todas las personas hacen uso de ellos cuando los necesitan. También en la mayoría de los países hay instituciones que los cultivan contribuyendo a que a sus egresados tengan mejores perspectivas. Estados Unidos, la supuesta cuna de la meritocracia, es el mejor ejemplo. Vea usted de dónde han salido la mayoría de quienes dirigen el país y se dará cuenta de la densa red de contactos que tienen armadas las universidades de las Ivy League.

En Chile, dado su tamaño e historia, este fenómeno puede ser algo más acentuado y más visible, pero pretender que esto no ocurre de manera muy parecida en el resto del mundo es simplemente una fantasía. Otra fantasía es la supuesta idea de que Chile, en términos de ingresos, es un país de élites antiguas y herméticas. Como bien dijo Jorge Errázuriz hace un tiempo, el nuestro es un país de nuevos ricos. Es cosa de revisar las fortunas más grandes del país para saber que la mayoría de estas se hicieron cuando mucho en dos generaciones. La élite de hoy es esencialmente la que se formó gracias al auge económico de los últimos 35 años. El discurso meritocrático esparcido con tanta superioridad por miembros de la misma élite, como si ellos pertenecieran a una aristocracia o nobleza antigua e impenetrable, no tiene mayor base en la realidad.

Tampoco tiene base en la realidad la idea de que en Chile no hay movilidad social. El profesor Claudio Sapelli, que ha hecho un importante estudio sobre la materia, ha concluido que la desigualdad intergeneracional ha disminuido sustancialmente en Chile, mostrando además que en el país “hay alta movilidad y no hay evidencia de barreras a la misma entre los distintos grupos de ingresos”. (Sapelli, 2013). Chile entonces, no solo ha logrado reducir dramáticamente la pobreza en las últimas décadas -algo que nadie pone en duda-, sino que ha incrementado la movilidad social y disminuido la desigualdad a niveles nunca antes vistos en su historia. Aunque queda mucho por avanzar, esto refuta la tesis categórica de que somos un país de “herederos” en que “la cuna” lo determina todo. Pero aunque así fuera, es claro que no vamos a llegar a ninguna parte con un discurso que ataca a todo aquel que haya logrado éxito en la vida como alguien “sin méritos” que no merece lo que tiene.

En lugar de dedicar energías a buscar chivos expiatorios a los cuales culpar de todos los males sociales, debiéramos concentrarnos en incrementar la productividad para permitir una mejora sustancial en los ingresos autónomos de los sectores más desaventajados, que es donde está el problema. Y para eso son necesarias reglas que fomenten el emprendimiento y la creación de riqueza además de una cultura que celebre, y no que chaquetee, el éxito ajeno.

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