FT Español

Responsables de política económica global están jugando con fuego

Una parte demasiado significativa de lo que afecta a la economía mundial es el resultado de "estupideces".

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 16 de octubre de 2019 a las 12:49 hrs.
  • T+
  • T-
Foto: Banco Mundial
Foto: Banco Mundial

Compartir

"No hagas estupideces". Esto fue lo que llegó a conocerse como la "doctrina de Obama", la cual reflejaba las lecciones que Barack Obama había aprendido de la innecesaria guerra de Irak de su predecesor presidencial. Para muchos, la doctrina era derrotista. Hoy en día comprendo sus méritos. Sería maravilloso ver acciones inteligentes en respuesta a nuestros numerosos retos. Sin embargo, en la actualidad, la aplicación de la doctrina de Obama sería un alivio.

Esto es cierto, en particular, en el caso de la economía mundial. Como Kristalina Georgieva, la nueva directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), señaló en el evento de apertura de las reuniones anuales de esta semana en Washington DC: "En 2019, anticipamos un crecimiento más lento en casi el 90% del mundo. La economía global se encuentra actualmente en una desaceleración sincronizada". La investigación conjunta de la Institución Brookings y del Financial Times es aún más sombría, y describe nuestra situación como un "estancamiento sincronizado".

Incertidumbre arraigada

¿Qué está impulsando esta desaceleración, particularmente severa en la industria y en el comercio? Una gran parte de la respuesta parece ser una creciente incertidumbre.

Esto, argumentan los autores de Brookings, se debe a "las persistentes tensiones comerciales, la inestabilidad política, los riesgos geopolíticos y las preocupaciones sobre la limitada eficacia de los estímulos monetarios". Tal incertidumbre, ha señalado Gavyn Davies, se ha "arraigado".

En su más reciente informe de las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, su sigls en inglés), el FMI pronostica un crecimiento de la producción mundial de sólo el 3% este año, por debajo del 3,6% en 2018.

En los países de altos ingresos, el crecimiento agregado se pronostica en un 1,7%, por debajo del 2,3% del año pasado. En las economías emergentes, la disminución va del 4,5% al 3,9% este año. El crecimiento del volumen del comercio mundial se pronostica en sólo 1,1% este año, por debajo del 3,6% del año pasado. Esto está muy por debajo del crecimiento de la producción: significa desglobalización, al menos con respecto al comercio.

Significativamente, los riesgos apuntan todos a la baja. Los conflictos comerciales entre EEUU y sus principales socios comerciales pudieran empeorar. De ser así, las cadenas de suministro integradas, particularmente en el caso de los productos de alta tecnología, pudieran verse gravemente afectadas.

El Brexit puede ser caótico. Los riesgos geopolíticos también abundan, especialmente en el Medio Oriente, pero también en Asia. Y, sobre todo, las relaciones entre EEUU y China están empeorando. También existen importantes fragilidades financieras, en particular la alta deuda de las empresas no financieras. La amenaza de ciberataques continúa, al igual que el megaterrorismo. Y seguimos sin abordar el problema del cambio climático.

La causa de la estupidez

Tristemente, gran parte de lo que amenaza la economía mundial se debe a "estupideces". La política comercial de Donald Trump está destruyendo las bases del sistema comercial de la posguerra, creando así una enorme incertidumbre, en pos del absurdo objetivo del equilibrio bilateral. El Brexit es estúpido: destruirá una fructífera asociación con los vecinos y socios del Reino Unido. La creciente fricción entre Japón y Corea del Sur también es estúpida: debilita a ambos países en una región cada vez más dominada por China.

Estamos colectivamente jugando con fuego. Y, lo que es peor aún, lo estamos haciendo mientras vivimos en un edificio inflamable. Como nos ha dicho Lawrence Summers, el peligro no es tanto una desaceleración económica global, sino la dificultad de poder hacer mucho en respuesta.

En este contexto, el reciente cambio en la política de la Reserva Federal (Fed), hacia tasas más bajas, y la asociada disminución en las expectativas de tasas de interés son particularmente reveladores. Incluso en EEUU, a la Fed le fue imposible elevar la tasa a corto plazo por encima del 2,5% en este ciclo, antes de reducirla. En otras grandes economías de altos ingresos, el margen para una respuesta de política convencional ante una desaceleración es aún más limitado.

Esto destaca, de manera importante, que la demanda agregada estructuralmente deficiente, sobre la cual algunos de nosotros hemos estado escribiendo desde antes de la crisis financiera de 2007-08, sigue siendo generalizada.

Esto nos obliga a reconocer no sólo la estupidez del enfoque "nacionalista-populista-proteccionista" mencionado anteriormente, sino, igualmente letal, la estupidez de la "austeridad como religión secular". Esto se evidencia no solamente en el terror a una agresiva política monetaria —apropiadamente rechazada por Jean-Claude Trichet, el expresidente del Banco Central Europeo (BCE)— sino también en la negativa a aceptar la alternativa, específicamente, la política fiscal. La gente está aterrorizada de que el gobierno pida préstamos, a pesar de que los prestamistas están dispuestos a pagar por el privilegio.

Es un concepto económico elemental que los precios importan. El sorprendente hecho es que las seis economías más grandes de altos ingresos, incluyendo ahora incluso a Italia, pueden obtener préstamos a 30 años con una tasa nominal fija cercana al 2%, o menos, y así a tasas reales de cero a negativas, siempre que los bancos centrales cumplan con sus objetivos de inflación.

Hay que ser desesperadamente pesimista acerca de las perspectivas de crecimiento para creer que es imposible administrar préstamos sustanciales bajo tales términos. Esto es especialmente cierto si los préstamos se utilizaron para producir activos humanos, intangibles y físicos de alta calidad.

Una fijación en eliminar los déficits presupuestarios, en este contexto, es realmente una estupidez. Si las tasas reales aumentaran nuevamente, esto reflejaría mejores oportunidades percibidas y, por lo tanto, justificaría (y facilitaría) frenar el gasto gubernamental. Mientras tanto, el bajo costo de los préstamos pasados quedaría fijado. Además, como lo ha señalado Olivier Blanchard, es habitual que las tasas de interés seguras estén por debajo de las tasas de crecimiento. Lo que está sucediendo actualmente parece ser sólo una versión extrema de esta realidad.

Éstos son tiempos frágiles. Parte de esa condición refleja la ola de nacionalismo populista que actualmente se está extendiendo por los países de altos ingresos. Pero otra parte refleja una estéril ortodoxia. Una desaceleración moderada es una cosa. Pero una pronunciada desaceleración con la que nos negamos a lidiar, debido a la estupidez, sería otra cosa completamente diferente.

Como lo argumenta Georgieva, necesitamos un "compromiso renovado con la cooperación internacional". Éste es también el tema de un compendio reciente del Comité Bretton Woods. En la actualidad, sin embargo, eso pudiera ser demasiado ambicioso.

Pero al menos pudiéramos dejar de cometer estupideces.

Lo más leído