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La batalla para detener el robo de ideas es un caso perdido

China no aceptará la inferioridad y Occidente no debería querer que lo haga. El gigante asiático está decidido a convertirse en motor de innovación y no debemos tratar de detenerlo.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 20 de noviembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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¿Qué tienen en común el papel, la impresión con tipos móviles, la pólvora y la brújula? La respuesta es que fueron invenciones chinas. Sin ellos, los avances europeos desde el siglo XV en adelante habrían sido mucho más difíciles, si no imposibles.

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Esta historia ilustra por qué deberíamos querer que el conocimiento productivo fluya por todo el mundo. El conocimiento también “quiere ser libre” porque, a diferencia de una materia prima, mi uso de su idea no le impide a usted, ni a nadie más, usarlo. En la jerga, el conocimiento es “no rival” en el consumo, lo que le da el carácter de “bien público”.

Pero, crear esa nueva idea puede haber sido muy costoso. Si usted supiera que yo (y todos los demás) podríamos usarla sin compensación, podría estar menos inclinado a desarrollar esa idea.

Este es un “problema del polizón”. Existen derechos de propiedad intelectual que permite resolverlo, creando un monopolio temporal en la idea.

Sin embargo, como señala el economista australiano Nicholas Gruen, al resolver el problema, perdemos la “oportunidad del polizón”: la habilidad de construir libremente sobre las ideas de otras personas. A la larga, esta última domina. Somos los beneficiarios de una gran cantidad de ideas, que van desde la rueda en adelante. Podría decirse que esta es la característica que define a los humanos.

Entonces, existe una compensación entre resolver el problema del polizón, al otorgar monopolios temporales, y explotar la oportunidad del polizón, haciendo que las ideas estén disponibles de forma gratuita de inmediato.

Por esta razón, los monopolios temporales no son la única forma de motivar la innovación. Las alternativas incluyen investigación subsidiada y premios específicos. El régimen de derechos de propiedad intelectual que tenemos tiene méritos. Pero es un compromiso imperfecto entre intereses en conflicto, uno de los cuales -el de las empresas establecidas- es probable que sea más poderoso.

El premio Nobel Joseph Stiglitz va más allá, argumentando que, al reducir el nuevo conjunto de ideas disponibles de las que otros pueden extraer y al aumentar el alcance del “conocimiento común”, los regímenes más estrictos de propiedad intelectual pueden conducir a una menor innovación, y niveles incluso más bajos de inversión en innovación. Las oportunidades del polizón realmente importan.

Fuente de conflicto

Los derechos de propiedad en las ideas son tan valiosos que se han convertido en una fuente importante de conflicto internacional. En The Hundred-Year Marathon, Michael Pillsbury afirma que “China (...) regularmente piratea entidades comerciales extranjeras (...) lo que lo convierte en el mayor perpetrador de robo de propiedad intelectual del mundo. Esto permite a los chinos hacer trampa en la escalera tecnológica”.

Esta preocupación no es nueva. En el siglo XVIII y a principio del XIX, el Reino Unido era el país líder y EEUU se esforzaban por ponerse al día. A fines del siglo XVIII, Inglaterra penalizaba debidamente la exportación de maquinaria textil y la emigración de la mecánica textil. Pero un tal Samuel Slater emigró encubiertamente en 1789, para comenzar una industria textil moderna en EEUU (la industria de “tecnología” de la época). Otras ideas británicas cruzaron el Atlántico, especialmente los ferrocarriles, así como las ideas chinas llegaron a Europa siglos antes. Sin embargo, a fines del siglo XVIII y XIX, la protección contra las importaciones fue la principal herramienta de la política industrial de EEUU (bajo la influencia de Alexander Hamilton).

¿Cómo se compara esto con la China de hoy? Desde su adhesión a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, las políticas comerciales de China son menos proteccionistas que las de EEUU en el siglo XIX. También se ha esforzado por cumplir sus obligaciones con la organización en materia de propiedad intelectual.

Pero, a los ojos de sus socios, esto ha sido extremadamente inadecuado. En parte debido a que los regímenes legales chinos son defectuosos y en parte a que la nación está decidida a ponerse al día con los países más avanzados de la actualidad, tal y como estos lo intentaron en el pasado.

China no aceptará la inferioridad permanente. Tampoco deberíamos querer que sea permanentemente inferior. En cambio, deberíamos querer que las energías del pueblo chino se basen en nuestras ideas. Así es como ocurre el progreso. Debería suceder. De hecho, ya está sucediendo.

Cuatro conclusiones

Primero, los derechos de propiedad intelectual actuales no son absolutos morales o económicos. Son un compromiso. Es discutible que la protección es ahora excesiva: el derecho de autor es demasiado extenso y las patentes se conceden con demasiada facilidad. Esto refuerza el monopolio.

Segundo, el deseo de China de obtener acceso a la mejor tecnología es inevitable y, a largo plazo, probablemente beneficioso. En cualquier caso, la filtración de conocimientos es inevitable. El flujo no se detendrá.

Tercero, China ya es una fuente de nuevos conocimientos. Por esta razón, su propio interés en proteger la propiedad intelectual está creciendo. Esto debería ser la base de un nuevo acuerdo entre China y sus socios. A la larga, deberíamos esperar que el flujo de ideas sea cada vez más bidireccional.

Finalmente, las personas en los países avanzados deberían centrarse menos en proteger el conocimiento que tienen y más en los recursos e instituciones que sostendrán la innovación. El valor del conocimiento existente se erosiona a medida que fluye. Otros avances son esenciales. Los derechos de propiedad intelectual son sólo una solución parcial. Un asalto a la investigación científica gratuita causará daños que dichos derechos de propiedad no pueden compensar.

Como argumenté la semana pasada, los países de altos ingresos necesitan combinarse, para alcanzar un nuevo acuerdo con una China avanzada, sobre la base de la ventaja mutua, dentro de la OMC. La protección de la propiedad intelectual debe ser parte de la discusión. Pero las demandas deben ser razonables.

China está decidida a convertirse en un motor de innovación. En algunas áreas, ha tenido éxito. Podemos tratar de hacer esto más difícil. No debemos tratar de detenerlo.

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