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Incluso si Trump pierde, el trumpismo seguirá vivo

Las condiciones que llevaron al empresario al poder -como el hiperpartidismo, la desesperación de los obreros, la amenaza de China y la inseguridad de la clase media- son tan malos, o peores, que hace cuatro años.

Por: Edward Luce | Publicado: Lunes 19 de octubre de 2020 a las 04:00 hrs.
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Foto: Reuters
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Gran parte de Estados Unidos se está preparando para celebrar el fin del mandato de Donald Trump. Su derrota no sólo le pondría fin a una administración que consideran la peor en la historia moderna de EEUU. A su modo de ver, también disiparía a los deplorables con gorras de MAGA (Make America Great Again) y simpatizantes de milicias que conforman la base de partidarios del presidente estadounidense.

Después de cuatro años de un infierno inmerecido, sería un momento de redención en el que no sólo Trump, sino también el trumpismo, quedaría descartado como una aberración.

Pero esa reacción sería un error. Si Trump pierde el próximo mes, seguirá contando con el apoyo de hasta un 45% de los votantes previstos, entre 60 y 70 millones de estadounidenses. Incluso con la ventaja de dos dígitos en las encuestas de la que goza Joe Biden, no se puede descartar una victoria de Trump.

Incluso si pierde, es muy poco probable que coincida con el repudio general que Walter Mondale sufrió contra Ronald Reagan en 1984, o Barry Goldwater contra Lyndon Johnson en 1964. EEUU está demasiado dividido para que eso suceda.

El partido de Biden, si resulta victorioso, debería tener en cuenta tres preocupaciones. La primera es que el Partido Republicano es de Trump, incluso aunque abandone la escena pública. Hace cinco años, muchos votantes evangélicos todavía sentían disgusto por la personalidad libertina de Trump. Rápidamente se dieron cuenta de que era el tipo de púgil que querían.

La probable confirmación por parte de la Corte Suprema de Amy Coney Barrett esta semana, sumada a las de los conservadores Brett Kavanaugh y Neil Gorsuch antes que ella, son testimonio de ello. Con Trump, la derecha cristiana en EEUU ha acogido la noción de que el fin justifica los medios.

Atractivo visceral

Lo mismo se aplica a los políticos republicanos. La autopreservación podría sugerir que se distanciarían de Trump a medida que se acercara su posible derrota. Ha sucedido lo contrario. Un estudio de Axios muestra que los republicanos electos se han vuelto cada vez más trumpianos en los últimos cuatro años.

Esto se debe principalmente al poder visceral del trumpismo. Resulta que la pasión de la base en el partido republicano actual es impulsada por quienes temen que EEUU deje de ser EEUU, en parte debido a la creciente diversidad étnica del país.

La segunda preocupación es que la cultura de la información de EEUU está mucho más degradada actualmente que en 2016. Los demócratas a menudo culpan a los rusos de la victoria de Trump. Quizás sea así. Pero cualquier desinformación que Rusia haya podido difundir resultó eclipsada por el material de cosecha propia.

Según un estudio realizado la semana pasada por el German Marshall Fund, la cantidad de noticias falsas o noticias disfrazadas que los estadounidenses consumen a través de las redes sociales se ha triplicado con creces desde 2016.

Facebook es un vehículo mucho más importante para la desinformación en la actualidad. Pero lo que es aún más importante es que la demanda de los consumidores estadounidenses de noticias distorsionadas o simplemente falsas -sobre la pandemia, por ejemplo- sigue creciendo. Un culto conspirativo oscuro como QAnon habría sido difícil de imaginar hace unos años. Hoy llega a decenas de millones de estadounidenses.

Problemas complejos

El impacto disruptivo de la tecnología digital en la cultura pública hace que gobernar sea cada vez más difícil. La primera prioridad de una presidencia de Biden sería implementar una estrategia nacional contra el coronavirus para eliminar el virus.

Su éxito dependería de que los estadounidenses siguieran reglas como utilizar mascarillas, evitar multitudes y cooperar con los rastreadores de contactos. Pero un gran número de estadounidenses dicen que rechazarán una vacuna y ven las mascarillas como una renuncia a sus libertades.

La preocupación final de Biden deberían ser las condiciones que originaron el trumpismo. Los ingredientes aún existen. El hiperpartidismo, la desesperación de los obreros, la amenaza de China y la inseguridad de la clase media son todos tan malos, o peores, que hace cuatro años. La mayoría de quienes desean seguir a Trump y su agenda -como Mike Pompeo, su secretario de Estado, o Tom Cotton, el senador de Arkansas- son versiones de líneas más duras que él, pero sin los caprichos. Las soluciones a los problemas estadounidenses son múltiples y complejas. Una vacuna no eliminará repentinamente la pandemia. La derrota de Trump tampoco acabará mágicamente con el trumpismo.

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