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En una prueba de opción múltiple ¿hay que repensar la respuesta?

Los estudiantes y los profesores creen que hay que confiar en el instinto inicial, pero esto es completamente erróneo.

Por: Tim Harford | Publicado: Miércoles 22 de mayo de 2019 a las 04:00 hrs.
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Las tensiones han aumentado en la casa de los Harford a medida que se acercan los exámenes y tratamos de persuadir a la Sra. Harford para que se relaje, y a la Srta. Harford para que esté un poco menos relajada. Estoy seguro de que muchos lectores tienen vívidos recuerdos de tomar exámenes, ya sea recientemente o hace mucho.

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Pero existe una pregunta sobre la técnica de tomar un examen que sugiere una lección mucho más amplia. En una prueba de opción múltiple, a veces escribes una respuesta y después cambias de opinión. ¿Es prudente confiar en tu primer instinto, o es mejor cambiar?

La mayoría de las personas dirían que la respuesta inicial suele ser mejor que una segunda conjetura plagada de dudas. Tres cuartas partes de los estudiantes piensan así, según diversas encuestas realizadas a lo largo de los años. Los instructores universitarios también lo creen, por una mayoría de 55% a 16%. La edición 2000 de la guía de Barron titulada “Cómo prepararse para el examen GRE” es muy clara cuando argumenta que los estudiantes deben tener cuidado al cambiar sus respuestas. “La experiencia indica que muchos estudiantes que cambian las respuestas cambian a la respuesta incorrecta”.

Esta confianza sería tranquilizadora, si no fuera completamente errónea. Los investigadores han estado estudiando esta cuestión desde los ‘20. Han llegado a la abrumadora conclusión de que es más probable que los cambios en las respuestas individuales vayan de lo incorrecto a lo correcto, y que los estudiantes que cambian sus respuestas tienden a mejorar sus calificaciones.

La falacia del instinto

Esta brecha entre la percepción y la realidad es tan clara que se ha ganado un nombre: la “falacia del primer instinto”. Sin duda, nuestros primeros instintos a menudo son correctos, pero cuando empezamos a tener dudas, los segundos pensamientos por lo general ocurren por una razón. Es mejor cambiar. Entonces, ¿por qué no lo hacemos?

Justin Kruger, psicólogo de la Universidad de Nueva York, ha estudiado esta pregunta. Con sus colegas Derrick Wirtz y Dale Miller, replicó los hallazgos de larga data que los estudiantes universitarios creen que siempre deberían confiar en su primera respuesta cuando se enfrentan a una pregunta de opción múltiple y que, sin embargo, cambiar a una segunda respuesta tiende a mejorar sus notas.

Entonces el trío comenzó a explorar por qué. En un estudio mostraron vídeos de sujetos basados en el programa de televisión ¿Quién quiere ser millonario? y les pidió que imaginaran que estaban viendo jugar a un compañero de equipo, acumulando dinero para el equipo cada vez que él o ella dieran la respuesta correcta. A algunos sujetos se les mostraron compañeros de equipo que siempre cambiaban de opinión cuando no estaban seguros, mientras que a otros se les mostraban compañeros de equipo que siempre seguían su primer instinto. En el estudio, ambas estrategias produjeron resultados idénticos, sin embargo, los sujetos que observaban a un compañero de equipo que cambiaba de parecer mostraron mayor frustración y fueron más críticos y mostraron tener una buena memoria para los errores.

Otro estudio realizado por Kruger y sus colegas demostró que también tenemos un recuerdo deformado de nuestros propios errores en las pruebas de opción múltiple. Tenemos un buen recuerdo de apegarnos a nuestros primeros instintos, olvidando los fracasos y exagerando los éxitos. Recordamos el cambio a la respuesta incorrecta y sobreestimamos la frecuencia con la que lo hicimos. En resumen, recordamos que seguir nuestro primer instinto es la mejor táctica, cuando en realidad cambiar de parecer fue mejor.

No es de extrañar que la guía de Barron comente que la “experiencia” nos dice que cambiar es una mala idea. Nuestras propias experiencias sí nos dicen eso, pero sólo porque no recordamos las lecciones de haber cambiado una respuesta.

Lección de vida

Si tú -o un ser querido- estás a punto de ingresar en la temporada de exámenes, quizás esta estrategia basada en la evidencia sea de utilidad. Pero es difícil no ver una lección más amplia. ¿Con qué frecuencia en la vida tomamos una decisión y luego nos atenemos a ella a pesar de tener crecientes dudas?

En política, tales preguntas se ven agravadas por cuestiones de partidismo y orgullo. Nadie quiere admitir que estaban equivocados ante las burlas de los que están en el lado opuesto de la cerca política. El cambio de postura es uno de los mayores pecados en la política, aunque sólo se deba a que es muy fácil de criticar. O estabas equivocado antes o estás equivocado ahora.

Pero incluso en la vida cotidiana, nos aferramos a malas decisiones. Steven Levitt, coautor de Freakonomics, una vez realizó un estudio en el que personas que tenían dudas sobre alguna decisión importante -dejar a un cónyuge, adoptar a un hijo, dejar un trabajo, iniciar un negocio- acordaron tomar la decisión lanzando una moneda. Aquellos que fueron impulsados a actuar fueron más felices después de varios meses que aquellos que habían sido impulsados a seguir con el estatus quo.

Somos propensos a aferrarnos fuertemente al diablo que conocemos. La explicación probable es que estamos buscando minimizar el arrepentimiento. Olvídate del viejo cliché de lamentar las cosas que no hiciste más que las que hiciste: lamentamos más la acción que no sale bien que la falta de acción que no sale bien. Recordamos con claridad los tiempos en que cambiamos las cosas para peor, y nos olvidamos más fácilmente de los tiempos en que no cambiamos las cosas para mejor.

No creo que actuar impulsivamente siempre sea la mejor opción, pero lo es apegarse a una primera respuesta en un examen. En cambio, la lección es que si tienes dudas sobre dejar las cosas como están, es muy probable que ya sea hora de cambiarlas.

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