Entre Códigos

Fernando Henrique Cardoso: “En nuestra reforma constitucional hubo mucha presión de grupos de lobby, no sólo empresariales”

El entonces senador fue parte del Congreso Constituyente que reformó la Constitución de Brasil en 1988, tras el fin del régimen militar. Aquí recuerda cómo se dieron las negociaciones, las vías de participación popular y el rol que jugaron los legisladores.

Por: Marcela Vélez-Plickert | Publicado: Lunes 16 de marzo de 2020 a las 04:00 hrs.
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Foto: Reuters
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Fernando Henrique Cardoso recuerda muy bien lo vacíos que lucían los pasillos del Congreso brasileño apenas fue electo senador en 1986. El país estaba aún bajo un régimen militar, pero se alistaba a la transición.

Esta es una de las cosas que el ahora exPresidente (1995-2002) menciona al hablar de la reforma Constitucional de la que él participó.

Por decisión del Presidente José Sarney, la Asamblea Nacional Constituyente fue integrada por los diputados y senadores electos, además, con ese propósito. Desde Sao Paulo, Cardoso destaca que estuvo a cargo de escribir las reglas de esa Asamblea.

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“Creamos algo nuevo: la enmienda popular. Por ese intermedio, personas de la sociedad podían presentar proyectos de ley. En algunos casos hubo representantes de la sociedad civil que exponían ante la constituyente, pero la deliberación era exclusiva de los constituyentes”, relata Cardoso sobre lo que considera el mayor aporte de las reglas que redactó.

“Porque todos están”

-¿No hubo entonces participación de independientes?

-Yo era partidario de que hubiera una asamblea constituyente propia. La verdad es que los diputados y senadores tenían más experiencia de los trámites. Pero con la enmienda permitimos que se incluyera a sectores que no estaban en el Congreso y eso llevó a que la Constitución incluyera las principales demandas de la sociedad. Eso también llevó mucho tiempo, casi dos años de debates. La verdad es que el resultado fue una Constitución harto democrática. Hasta hoy es una Constitución, en ese sentido, bastante buena.

-Pero también se le critica ser muy compleja, mal redactada y a veces hasta contradictoria en su texto.

-Es verdad. En algún momento estuvo por acá Felipe González y yo le pregunté cómo debía ser una buena constitución y él me contestó: ‘Tiene que ser como la Biblia, algo que tenga enunciados generales y que no sea específica, para poder interpretarla’. Nuestra Constitución es al revés de eso, muy casuística, de detalles. Una vez, un grupo de señoras vino a verme en el Senado, ‘Somos bibliotecarias y no estamos en la Constitución’. ¿Por qué deberían estar?, pregunté. Y me contestaron: “Porque todos están”. Y era verdad. La Cconstitución incluyó la presión de muchos grupos corporativos, los abogados, los magisterios, los bomberos, todo eso está en la Constitución, lo que es una pesadilla.

¿Cómo se inició el debate del contenido?

-Antes de la Asamblea hubo una comisión de expertos, de notables, de juristas. La decisión política fue no tomar en consideración los proyectos de esta comisión de notables. Se hizo una Constitución imitando un poco la portuguesa, instalando una comisión de sistematización, a cargo de ordenar las propuestas de las comisiones de cada área. Había también líderes de bloque, porque al final la Asamblea se dividió en dos grandes bloques.

Entonces, digamos que algunos querían 12, otros seis, al final se buscaba el promedio y quedaba en nueve. Siempre hubo de cada bloque un grupo de personas que actuaba de forma que fuera aceptable por todos. Mire la reforma agraria, algo muy importante, al final quedó algo muy bueno, en su mayoría con un sesgo progresista. Es una carta más de reglas, de acción, más que de principios, y por eso requiere de enmiendas aquí y allá para adaptarla a las circunstancias.

-¿Por qué no tomaron como partida las propuestas de la comisión de expertos?

-Porque se vio como algo muy elitista, y se buscaba algo más directo, más popular. Quizás lo que proponían era más racional que lo que hicimos, pero se obedeció a la demanda popular.

La hora de los acuerdos

-¿Cuáles fueron las claves que permitieron llegar a acuerdo?

-Lo más importante fue que el pueblo estaba en contra del régimen militar, había confianza de que los representantes del pueblo, elegidos por el voto, harían algo mejor que el gobierno. Había mucho movimiento popular. Cuando recién salí electo senador, bajo todavía el régimen militar, recuerdo que los pasillos del Congreso estaban vacíos. Pero durante la reforma constitucional estaban llenos.

La presión de los varios grupos sociales fue enorme. Los grupos de lobby, pero no sólo empresariales, de todo tipo, de sindicatos, de funcionarios públicos, era muy fuerte. Creo que ese movimiento social, alrededor de la Constitución, fue muy importante para legitimar el proceso. Ahora el Congreso está mucho más alejado de lo cotidiano de la gente.

-De acuerdo. Pero hoy en Chile las encuestas dan a los partidos, al Congreso, sólo un 2% de respaldo.

-En aquel momento, aquí en Brasil era todo lo contrario. Teníamos un Ejecutivo muy autoritario, entonces la gente creía que los partidos representaban un sentimiento más popular. Pero ahora, esos niveles de aprobación…. No es sólo Chile, es el mundo. Fíjese, en todos los países en que hay la llamada crisis de la democracia representativa, son países donde hay libertad. No hay crisis en Turquía, Rusia, China.

-¿A qué lo atribuye? ¿Una nueva fase de la democracia representativa… o su fin?

-Yo creo en la democracia, yo voy a luchar porque se mantenga. Pero es difícil, porque la razón es extrapolítica, está en las redes sociales. Es muy difícil expresar un razonamiento por Twitter, es más un sentimiento, irritación, protesta… y el gobierno requiere una visión de largo plazo, de racionalidad.

Los liderazgos, advierte Cardoso, ya no son garantizados por la afiliación a un partido político, sino que dependen de quien logre dialogar, convencer, entusiasmar a la sociedad en los nuevos espacios de discusión que han generado las redes sociales. “Si los partidos se quedan fuera del juego de opinión, si no logran dialogar de una nueva forma con la ciudadanía, pierden vigencia”.

-Se acusa a las redes sociales de aumentar la polarización.

-Es un problema: la creciente polarización, la violencia. La democracia requiere un grado de racionalidad, es hija de la Ilustración y me temo que esté en sus momentos finales. No es que me guste. Yo creo en la democracia, pero temo que, con los nuevos medios, y la dificultad de los partidos y los actuales líderes de actuar en esa nueva realidad, puede derivar en otro modelo. Ojalá seamos capaces de mantener la idea de representación y adaptarla a las nuevas circunstancias tecnológicas.

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