Un amplio abanico de modelos de negocios está mostrando señales de rápida obsolescencia. El ritmo de cambio en el quehacer empresarial y los mercados va en empinada aceleración. No espera por nadie. Los riesgos de no evolucionar rápidamente son muy altos, y también lo son las recompensas para quienes se animan a transitar rutas poco exploradas.
En este contexto, evolucionar y emprender son prácticamente sinónimos.
Lo son porque evolucionar de manera progresiva y gradual se está tornando inefectivo, incluso peligroso. Hoy, los pasos evolutivos requieren ser pasos largos y atrevidos. Tanto que parecen verdaderos emprendimientos. ¿Están los líderes y cultura de tu organización listos para emprender? ¿Es el entorno conducente a tomar riesgos medianamente calculados, pero a la vez atrevidos?
Si la respuesta a estas preguntas es no, es muy probable que surjan problemas estratégicos en el horizonte cercano. Para las organizaciones con inercia alta y una historia que proteger, el riesgo es mayor, pues es probable que su forma de hacer, aquello que le generó su éxito, sea un inhibidor formidable ante la incorporación de nuevas maneras de pensar y hacer, así como el desarrollo de nuevos modelos de negocios.
Mover los paradigmas humanos toma tiempo. Movilizar una cultura organizacional y el liderazgo que la sostiene es como dar giros en un trasatlántico. Cada cambio de dirección conlleva una inercia enorme y compatibilizar giros rápidos con mantener la marcha es realmente difícil. Las organizaciones de cierta historia y tamaño hacen bien en seguir una doble estrategia. Por un lado, tensionar sus liderazgos y cultura para movilizarlas hacia mayor permeabilidad, agilidad y colaboración. Los silos, autoritarismos y rigideces se vuelven hoy patologías muy graves. Entre antes se “actualicen” líderes y cultura, más capaz será la organización de emprender y ejecutar movimientos estratégicos claves, adaptándose y liderando en tiempos VICA (volátiles, inciertos, complejos y ambiguos).
La segunda parte de la doble estrategia consiste en apoyar emprendimientos fuera de la organización tradicional, bien sea en áreas vinculadas a su industria o en ámbitos que podrían eventualmente cruzarla. Invertir recursos e involucrar a líderes de la organización en dichos emprendimientos permite estar “inmerso en olas de cambio”, estar escuchando y aprendiendo, y eventualmente poder generar ventajas y explotar sinergias en torno a modelos de negocios emergentes.
No seguir ninguno de los brazos de esta doble estrategia es prácticamente un suicidio. Hoy, el riesgo más grande de emprender es no hacerlo.