Editorial

Visita del presidente Obama a Cuba

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Desde distintos puntos de vista, la visita del presidente de Estados Unidos Barack Obama a Cuba reúne suficientes requisitos para ser calificada como un acontecimiento histórico. Por de pronto, habría que apuntar, es el primer viaje de esta naturaleza en casi nueve décadas, lapso en que las relaciones entre ambas naciones fueron uno de los símbolos más emblemáticos de la guerra fría y la tensión entre las dos concepciones del mundo que se enfrentaron durante gran parte del siglo pasado.


Con todo, y aunque desde una perspectiva retórica hace sentido que el presidente Obama decidiera innovar en su relación con Cuba (luego de 50 años en que la estrategia previa no rindió resultados, como él mismo señaló a su turno), el verdadero carácter de histórico de este hito sólo podrá calibrarse a futuro, en la medida que el proceso iniciado derive en mayores espacios de libertad y prosperidad para el pueblo cubano.


En este sentido, no debe perderse de vista que el restablecimiento de relaciones iniciado hace más de un año entre ambas naciones fue un acontecimiento oportuno y conveniente para los Castro, quienes se encontraban claramente amenazados por el ocaso de la red de apoyo que por años les ayudó a sostener la deteriorada situación económica de la isla (en especial luego de la profunda crisis que vive Venezuela).


De este modo, en lo venidero será clave que, respetando la autodeterminación, la administración norteamericana no acalle en su discurso la defensa de los valores que su sistema de vida representa en el mundo actual, en términos de libertades políticas, de culto, de expresión y reunión.

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