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Cartas al Director

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Gobierno corporativo del Sernac

Señor Director:
En la edición del pasado martes 15 de marzo apareció publicada en Diario Financiero una entrevista al Director del Sernac, Ernesto Muñoz cuyo mensaje medular fue tranquilizar a los afectados por el proyecto de ley que persigue fortalecer al Sernac, entregándole al Servicio facultades normativas, fiscalizadoras y sancionatorias. En sus afirmaciones, el director Muñoz sostiene que el proyecto ha experimentado numerosos cambios que lo hacen más contemporizador y amigable.
Lo cierto es que en la nota aludida se omite un tema que a estas alturas del debate parece central, sino el más importante del proyecto. Me refiero a la composición y atribuciones del gobierno corporativo del Sernac. Ya que todo indica que el proyecto se aprobará con las tres facultades que se le suministran al Sernac, es del todo conveniente que tan amplias atribuciones no queden personalizadas en un solo individuo, bajo el título de Director Nacional, sino que se radiquen en un órgano colegiado de alto estándar técnico y de composición pluralista. De esta manera, los peligros de arbitrariedad, equivocaciones y cesiones ante presiones exógenas se verían minimizados.
Los personeros del Ejecutivo que han participado en la discusión de este proyecto de ley se han empecinado en conservar el esquema actual de un individuo revestido del cargo de director nacional con dependencia del poder político en la cúpula directiva del Sernac. Cuesta entender porque esas personas se resisten a sumar al Sernac a la tendencia en vigor que impone gobiernos colegiados en organismos públicos como el Banco Central y la Superintendencia de Valores y Seguros.
Hemos dicho y lo reiteramos en esta ocasión, que una estructura directiva de esas características garantizaría una mayor independencia y autonomía funcional del Sernac y con ello, proyectaría más confianza y adhesión tanto en consumidores, como en proveedores.

Cristián Garcia-Huidobro
Secretario General
Cámara de Comercio de Santiago

Brasil en la mira

Señor Director:

La corrupción es un mal que cuando penetra en una sociedad es muy difícil de erradicar y ella entra cuándo las personas pierden la vergüenza, las sociedades actúan fuera de la moral y los instrumentos del Estado se flexibilizan a tal rango que pasan a ser porosos o indolentes.
Pareciera que eso es lo que nos está pasando en Latinoamérica. Todos aquellos gobiernos autodenominados progresistas o socialistas del siglo XXI, se encuentran atrapados en las redes de la corrupción y manejando un discurso relativista y permanente, en que el denominador común es la culpa del otro, entiéndase la oposición, el imperio, los antipatriotas, los capitalistas, la oligarquía, etc. y con ello es poco lo que se soluciona. La justicia en muchos casos no actúa, actúa selectivamente o es obstaculizada en su actuar como en el caso de Brasil, en que el ex Presidente Lula, del partido de los trabajadores, se encuentra atrapado en problemas de corrupción y su sucesora y "delfín" lo ha blindado ante la justicia al ofrecerle un cargo de Ministro de Estado, lo que aparece como una burla, una vergüenza y una falta de entereza del ex Presidente.
Lo anterior, que es sólo una descripción de lo que sucede, se agrava cuando estos mismos líderes han desarrollado un discurso moral, mesiánico, desde lo alto del Olimpo, autocomplaciente y agresivo, sin un atisbo de asumir su responsabilidad y destruyendo gravemente la confianza en la política por un enriquecimiento compulsivo e inmoral.
Brasil es el ejemplo: millones de personas en la calle pidiendo justicia y la Presidenta actúa en contra de esa solicitud popular blindando al principal acusado, el otrora líder de los trabajadores. Definitivamente, Sr. Director, la ambición ha roto las condiciones básicas del contrato social y los responsables no se han dado cuenta; hay que avisarles.

Jorge Sanz Jofré
Académico Facultad de Gobierno
Universidad del Desarrollo

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