Más mujeres, más oportunidades, más crecimiento
Por Gabriel Acuña, líder de sostenibilidad en Deloitte
Hombres y mujeres no somos iguales, y eso es una ventaja, no un problema. Las mujeres destacan en la toma de decisiones y gestión de riesgos, con menor sobreconfianza, mejor visión de largo plazo y mayor capacidad de corregir errores. En términos generales, las mujeres tienden a superar a sus pares masculines en rendimiento académico y tienden a ser más constantes en los desafíos que emprenden.
Su subrepresentación en sectores estratégicos como minería, energía y agroindustria no solo es injusta, sino económicamente absurda. Chile sigue desperdiciando talento femenino, dejando dinero sobre la mesa y operando por debajo de su verdadero potencial.
Pero, ¿acaso existe una conspiración patriarcal que impide que las mujeres entren a estas industrias? Como sabemos todos los que hemos trabajado, la respuesta es un rotundo no. El mercado es de las mejores herramientas de asignación y distribución de recursos que existe. Si este refleja desbalances, es porque existen barreras estructurales que distorsionan su funcionamiento. No es que alguien esté manipulando los números a propósito, sino que hay condiciones históricas y sociales que siguen limitando el acceso de las mujeres a ciertas industrias. Y esas barreras comienzan desde la infancia.
Estudios han identificado que padres y profesores tienden a asociar a las niñas con lenguaje y menos con matemáticas (Mindeduc, 2019), lo cual incide en la autopercepción desde cuarto básico. Además, las expectativas STEM de los padres, especialmente de madres con mayor nivel educativo, influyen fuertemente en las aspiraciones de sus hijos, con un impacto aún mayor en las niñas (Morales, del Río & Espinoza, 2024).
Cuando estas expectativas son bajas, las niñas tienen menos incentivos para explorar disciplinas, y más tarde carreras STEM, lo que a su vez contribuye a su subrepresentación en sectores industriales clave como la minería, manufactura y agroindustria. Dadas estas barreras enfrentadas por las niñas chilenas, no es sorprendente que muchas industrias sigan dominadas por hombres.
La prueba de que esas barreras existen es que algunas empresas han logrado removerlas. La gran minería del cobre es un ejemplo notable: han reclutado y capacitado mujeres en roles operativos, promovido mujeres en lo corporativo y creado ambientes laborales inclusivos, no por buenismo, por pragmatismo.
La solución no es imponer cuotas ni diseñar regulaciones artificiales que simplemente maquillen las estadísticas. Atacar el síntoma sin abordar la causa es como bajar la fiebre con hielo sin combatir la enfermedad que la provoca. Se necesita un enfoque de largo plazo, no la imposición de números arbitrarios que generan una ilusión de progreso o buscar generar un reconocimiento social entre sus pares.
El liderazgo, como en muchas otras ocasiones, lo ha tomado el sector privado, que no se puede permitir desperdiciar talento. Mientras tanto, nuestra política educativa sigue fallando. Ahí se perpetúan las barreras que condenan a niñas y jóvenes a roles secundarios. Chile no puede seguir desperdiciando su talento femenino, esperando que el mercado repare aquello en lo que el sistema ha fallado. Esperemos que este marzo le dé renovado el brío a nuestras autoridades para nivelar la cancha desde temprano.